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Filosofía Marismeña

Aprender a convivir

MC Ramón Larrañaga Torróntegui

Jueves, 5 de Marzo del 2015. 1:52:41 pm

Letra más grande

No podemos conocernos a nosotros mismos cuando ciertas cosas nos condicionan sobre todo cuando se pone en juicio aspectos políticos, religiosos, nuestros amigos, los vecinos o simplemente cuestionarnos nosotros mismos. El pensamiento profundo es engañoso y normalmente no lo usamos a dar respuestas vanas dejando el trasfondo, la sustancia acumulada, es por ello que la mayoría de nuestras respuestas están más en la superficie o carecen de sentido. Cuanto más avancemos en conocernos, la claridad será un poco más penetrante y nos daremos cuenta que como seres humanos, no tenemos límites, que somos ríos sin represas sin encontrar la paz verdadera.

La inquietud nace de la intranquilidad del espíritu y no de disciplinas controladoras, solo la realidad ofrece tranquilidad. Considero que el simple hecho en leer libros sin llevarlos a la experiencia no sirve de nada al volverse repetición desentonada, o propaganda sin sentido “Creador” mera evocación sin significado relevante. Por el contrario, si uno logra comprenderse a sí mismo, y con ello realizar esa felicidad creadora, esa vivencia de algo que no es de la mente, entonces, tal vez, puede haber una transformación inmediata en la convivencia alrededor nuestro, y, por lo tanto, en el mundo que compartimos con los demás. ¿Puedes comprender realmente a los demás? A su esposa (o), a ¿Sus amigos, a quien trabaja contigo?

Primero se requiere atención hacia ellos en forma íntegra, profunda, humana, sin distracciones. Cuando hablan, escriben, proponen, concentrarme en su nivel de expresión verbal, y no apagarlos cuando estén hablando porque es obvio que tienen algo que sacar y desean plena atención, sin desapegos. “Para un recto entendimiento”

Soltar los apegos con los que escuchamos creyendo saber lo que se nos va a comunicar o pensar que están equivocados desde antes de decirlo, asumiendo posiciones vanidosas, dejando el “Yo”, mi carro, mi casa, mis lujos, viajes, lo que quiero venderme. ¿Qué sucedería si no estuviéramos apegados a las cosas banales?

A las idiosincrasias, las virtudes, la religión, la creencia en ideas extremas ¿Qué ocurriría? Si, no estuviéramos apegados a las comodidades que nos ofrece la conformidad, la posición social, el estatus económico, la vanidad misma, el vacio en ser, el temor en no ser lo que deseamos piensen los otros que somos “Nada” Nos sentiríamos perdidos al carecer de vanidad, ¿verdad? De modo que el temor a ese vacío, el temor a no ser nada, hace que nos apeguemos a algo: Ya sea nuestra familia, esposo (a), un carro, una membrecía social; no importa lo que sea, el caso es que se diga que “Soy”. El temor de no ser nada hace que uno se adhiera a algo; y el proceso de aferrarse implica conflicto, dolor cuando las cosas no marchan como uno desea y se pierde esto. Porque aquello a lo que nos aferramos no tarda en desintegrarse, en morir.

Todo en esta vida tiene un ciclo que tarde o temprano termina por agotarse, nuestra casa, el carro, la esposa (o), así pues retener no sirve de nada y lo único que hacemos es prolongar el dolor al perderlo, porque esto nos guste o no, es así. Adherido a esto, está el miedo que sentimos al vernos frente a una situación de esta índole, la cual produce soledad, miedo “A no ser nada a los ojos de otros”, un miedo que nos produce vacío y hace que busquemos compensarlo con la idea de un Dios, una agrupación, la cantina o lo que nos plazca para mitigar esa intranquilidad que nos agobia, que hace pensemos en autodestruirnos y así seguiremos girando en torno del circulo que creemos nos dará la tranquilidad anhelada.

No sabemos vivir sin el elogio de los otros seres humanos, no podemos vivir pensando que ellos nos valoran como seres que no valen nada, que existimos por inercia y eso nos lleva a buscar la convivencia permanente en lugares que en muchas ocasiones no estamos tranquilos, pero el afán en buscar estar rodeados nos hace permanecer en ellos, aunque por dentro estemos negando el sentir tranquilidad ante la falta compatibilidad en ideas, comportamientos lo cual produce ese vacío que a pesar de estar entre la gente, nos sentimos solos.

Esto llega a ser una necesidad que termina en necedad, incomodidad, desdicha, pérdida de tiempo por no ser una cosa útil en la que estamos invirtiendo nuestro tiempo. Pensemos que lo más importante son nuestras necesidades para llenar los vacios existenciales y parte de ello son las convivencias, pero que sean de tipo necesarias y no desgastantes. Dicho de otra manera, no solo se trata de juntarse a convivir, sino de mantener una relación equilibrada que sirva de estimulo y no de rechazo, en donde se sienta a gusto y no intranquilo, donde se sienta vivo, amado, respetado, así pues es el mundo de los que son felices ya que evidentemente, no existe nadie que desee estar aislado, pero la vida en relaciones no puede convertirse única y exclusivamente en distracción, ni parte de luchas, rencillas, disputas, sino que sirva para que se produzca una sensación de placer y vida eterna.

Las distracciones pueden desarrollar la inteligencia o ser las causantes de que se embote la mente (Cine, bebidas embriagantes, lectura, platicas) Sólo una mente sensible, un corazón despierto al afecto, puede estar relacionado con algo. La distracción es una que nos hace sentirnos vivos cuando la convivencia es productiva, y sirve para conocernos, revelarnos de lo que estamos hechos. En la convivencia se tiene la oportunidad de que nos conozcamos a nosotros mismos y a los que comparten esos espacios de tiempo, esas partes que siempre preferimos ocultar porque la consideramos penosa. Si, usted pierde su rectitud en la convivencia “Jamás la recuperara” Recuerde que no deje que se embote su mente, sino que aumente su sensibilidad amorosa cuando ese tiempo y espacio esté disponible.

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Comentarios

nikol

2015-09-30 18:43:25

Es. Una buena pagina pues puedo hacer muy bien mis trabajos

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