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Filosofía marismeña

Ayeres

Mc ramón Larrañaga Torróntegui

Viernes, 27 de Mayo del 2016. 5:54:28 pm

Letra más grande

Como cualquier ser, sufrí demasiado por mis miedos. Al disipar el primer amor cuando nos deja se siente que el alma queda hecha pedazos. No cabe duda, todos lo han sentido en su tierna juventud. Se piensa que a partir de “Allí”, la felicidad no existe y, al paso del tiempo ese sentimiento nos va despertando los demonios que llevamos dentro en “Dar y quitar” sentimientos. El aceptar que lo dejen a uno, que se marchen sin decir un adiós. Aceptar que la vida es esta en su realidad y que nadie en su sano juicio está sujeto a otra persona es la realidad de la cual no deseamos despertar porque duele y bastante y nos lleva a pensar que todas las personas son iguales, que no vale la pena amar.

Cuando niño no tuve el valor de levantar la mano y participar en el salón de clases, aunque sabía las respuestas de las preguntas que formulaba el maestro, me quedaba lleno de frustración, inmovilizado, sin ese carácter. Cuando joven veía como los jóvenes platicaban se reían, contaban chistes pero me dominaba el temor en quedar mal, hasta que logre salir de esa inseguridad y se empezó a fortalecer mi carácter.

Me encanta mirar el calendario, contar los días que pasan y me alejan de los recuerdo, más sé que me acerco nuevamente a ellos conforme exista un silencio, una nostalgia, un ayer imborrable y he de recomponer el olvido, que me haga lucir un nuevo rostro disimulado o de pasiones secretas recordando aquellos ayeres hermosos, los tristes y preocupantes. Llega la mente hasta lo más recóndito en el alma y te acerca en medio de un sabor antiguo, agradable, molesto, con recuerdos que duelen, que añoras, que quisieras no se fueran jamás. Pero así, es el tiempo y los recuerdos que suenan y resuenan en la mente del alma como melodía siempre presente, cada uno con su cada cual.

La vida, nos continúa dando oportunidades de las cuales debemos estar preparados para poder disfrutarlas, y aunque las despedidas lastiman, son el principio en la madurez anhelada, de cada experiencia aprendemos e intentamos no cometer los mismos errores, es natural, aunque nunca olvidaremos a esas personas que nos han dado todo y que en nuestro destino nos haya puesto un punto y final.

Con el paso del tiempo los recuerdos se van borrando, se quedan en simples promesas incumplidas, en un pasado que no deseamos recordar y al final del camino nos sirve en ese aprendizaje “Cada amor es único, muy nuestro y siempre será el mayor amor de nuestra vida” El nuevo amor, está en espera, en el lugar menos pensado y el círculo volverá a empezar al considerar que encontramos el amor de nuestra vida. Siempre existe otra persona que será capaz en hacernos olvidar y con la cual estamos dispuestos a recorrer un nuevo camino olvidando el anterior.
La realidad de la vida está siempre enfrente de nosotros, al vivir a través de los sentimientos que vamos albergando, nos damos cuenta que estamos soñando en encontrar la persona que se identifique con nuestro egocentrismo. Sufrimos experiencias negativas que marcan nuestra existencia e intentamos no pensar en ello, en contra, en muchas otras ocasiones, vivimos momentos tan maravillosos que aunque terminen, siempre permanecen en nuestro corazón, pase el tiempo que pase.

Siempre estamos soñando con algo mejor y nace la inquietud en seguir buscando lo que ya tenemos. Esto tiene que ver con el sentir, con esa idea de que la otra persona debe ser como nosotros deseamos y no como ella es. Uno sólo ve lo que puede ver en relación a lo que conoce, lo que ha vivido en carne propia, es la idea que nos hace emitir un juicio erróneo en busca de la frescura que pensamos no se está disfrutando.

Todos contamos con esa parte escondida en sentimientos, pero no todos tenemos la capacidad en saber expresarlos y, nos creamos conflictos que en ocasiones no somos capaces en solucionar.- No, aprendemos a mirar, percibir, escuchar, ser tolerantes con la otra persona que está a nuestro lado y acabamos por desentonar en la relación.- Cerramos el entendimiento y se crea el conflicto que nos aleja. En este camino de los deseos no se puede transitar libremente, es un despertar constante con sueños profundos bajo el agua sin pisar la tierra prometida. El ruido mental que ocasionan los deseos no permite que pensemos con claridad y nos hace buscar un encuentro como novedad para satisfacer ese deseo.

En la vida buscamos alguien que sea capaz en amarnos por lo que somos y, si nos hace sufrir, sea llevadero, en donde los momentos de felicidad sean más frecuentes que los de sufrimiento por desavenencias. La vida, nos vuelve capaces para comprender lo que realmente necesitamos, solo es cuestión en esperar para que la persona se haga presente.

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