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Filosofía Marismeña

Habituadas realidades

MC Ramón Larrañaga Torróntegui

Viernes, 24 de Junio del 2016. 3:14:10 pm

Letra más grande

Ciertamente la traición es una de las formas de corrupción personal más despreciables ¿Es posible confiar en el traidor? ¿El traidor puede dejar de serlo? En la política, cambian las circunstancias, los contextos, las relaciones de fuerzas de manera pragmática, que es acceder al poder y mantenerlo. No pasa una semana sin que alguien traicione a un amigo, abuse su confianza y corra a socorrer al campo enemigo. Creer en las promesas propias es mostrarse caprichosos o ingenuo.

Querer cumplir los compromisos es tan absurdo como no querer comprometerse. Para ganar la confianza: Hay que poner el ejemplo y aclarar la situación, que se llegue al fondo en la investigación (Responsabilidad, honestidad, transparencia). Cada día son más las personas que se venden al mejor postor y no al mejor pastor. Nada les importa, les dan una feria y se vuelven fanáticos seguidores y defensores de los peores tipos, como decimos entran al ruedo sin capote con el toro bajo la luna de aquella canción que hizo famosa Lola Beltrán “Ese toro enamorado de la luna”. Tal parece que entre los pillos las palabras dichas no tienen valor alguno. Hoy digo una cosa, mañana otra. La lógica racional no cotiza. Ni el sentido común. Y menos el criterio propio.

De estas mezquinas actitudes, se deriva una verdad: la renuncia a ser un buen ciudadano en rebaja, se nos compra con dinero. Hemos perdido el norte en tantas cosas, que apenas valemos unos pesos. Se permite, hasta falsificar firmas sin que pase nada. El ser humano no puede caer tan bajo -eso me digo-, pero observo que cada día se vive más en el pozo del absurdo. Sin criterio propio, con los brazos cruzados, a la espera de unas migajas. Cuando el ser humano ha de tener su propio criterio y huir de la tentación de confiar en los compradores de vidas. La existencia de cada cual es demasiado importante para ser moneda de letra y cambio.

El ser humano no puede ser devaluado a la esfera de lo material, a ser comprado. Es necesario vivir y dejar vivir. Potenciar la cultura de la vida. Quererse a uno mismo para querer a los demás. Donarse antes que endeudarse. Compartir experiencias sanas antes que partirse a golpes la jeta.

Consolar antes que asolar. Construir antes que destruir. Decidirse por esta propuesta no es una apuesta fácil. Lo sé. Somos frágiles y más cuando el dinero corre a raudales en un pueblo empobrecido. Pero es una forma de saciarse gozosa un poco de sufrimiento. La sociedad debe cultivarse debe ser un afán y un desvelo para que la vida de cada ser humano, por el hecho de serlo, sea cada vez más humana, la cual no ha de limitarse solamente a la visión biológica, psíquica, o social.

La dignidad plena, que es un pleno derecho. Todavía hemos de dignificar la dignidad. Para empezar, propongo, quitar los anuncios publicitarios en T.V. nacional, que se pagan con mis impuestos para exaltar el egocentrismo y vanidad de seres que no lo merecen, que no han hecho nada para que los tengamos como dioses venerando su figura. Ciertamente, el ser humano no es un objeto, y se afirma cuánto más generosamente se entrega. Pero no a cambio de dinero público. Es tiempo de pensar con criterio, con pauta de salud mental. Lo que sucede es que los tipos que la propaganda nos la meten por los ojos de tipos que carecen de principios, son groseros y extravagantes, chabacanos y presumidos, sin estilo alguno.

Si hiciésemos un acto de reflexión, que ya no lo hacemos porque ya no tenemos ni tiempo para nosotros mismos, quizás no nos reconoceríamos. Nos hemos perdido. La cultura que el ser humano, como sujeto que es, forja con sus distintas acciones, para bien o para mal, generan efectos y afectos; de ahí, la importancia de un universo cultural que fomente el discernimiento, para conseguir un justo criterio, estructurado según valores fundamentales.

No resulta fácil entender comportamientos de personas, que dicen apostar por un mundo mejor, y luego sus andanzas son de lo más salvajes o se roban los dineros públicos. Lo rompen todo. Estos tipos operan en manadas desde dentro de los partidos políticos.. La abundancia de ideas no siempre lleva consigo la claridad y exactitud del pensamiento, el proceder con sano juicio. Existe en la atmósfera demasiadas mentiras. Ya lo decían los antiguos filósofos, la verdad en el entendimiento es conocer las cosas tal como son. La verdad en la voluntad es quererla como es debido, conforme a las reglas de la sana moral.

La verdad en la conducta es obrar por impulso de esta buena voluntad. Por eso cuesta tanto entenderse. Consensuar posturas. Dialogar con aquel que no tiene nuestras mismas ideas. Nos falta la sensatez. El pensar bien consiste: o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. ¿De qué sirve transitar con sutileza, o con profundidad aparente, si el pensamiento no está conforme con la realidad? ¿O si nos dejamos mover como marionetas? El buen pensador, el que tiene criterio propio, procura analizarlo todo. No se deja mangonear porque sí. Y al final del tiempo, el juez más justo, apunta hacia esa persona que siempre ha actuado con criterio propio, dejando una estela de seguidores plenamente satisfechos.





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