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Filosofía marismeña

Aflicción

MDH Ramón Larrañaga Torróntegui

Lunes, 6 de Febrero del 2017. 2:05:50 pm

Letra más grande

Desde niño, nos preparan en ir a la Universidad. Sueñas el futuro, disfrutas la niñez y dejas que el tiempo te lleve por los caminos de Dios. En lo personal: Jamás di un paso sin huarache, no era mi estilo la precipitación, primero calculaba y le daba para adelante. Si, bien es cierto, las cosas que hacían los jóvenes me sacaban curiosidad por hacerlas en ese afán en desear adelantar los acontecimientos a los que estamos programados de acuerdo a la edad. No apetecía la prisa.- El criterio era "Cada cosa a su tiempo", ya llegaría la experiencia y no precipitarse acabando equivocado.

> El pueblo era pequeño, todos nos conocíamos, esto me llenaba de felicidad. Por las tardes siendo un niño me iba al igual que los jóvenes a la plazuela principal sentándome entre ellos para escuchar sus pláticas y aprender de su experiencia. Nos colocábamos frente a la Iglesia o por la calle principal donde ellos llevaban la voz cantante. Éramos amigos a pesar de la diferencia en años. Fue con ellos mediante sus pláticas donde principié a comprender asuntos relacionados con el amor.

Las tardes se volvieron agradables, plagadas en enseñanza.- Desde el que estaba enamorada de una chica y ella no lo sabía, hasta el romántico que llevaba serenata.- Buenos años.- Tuve claro que deseaba estudiar, no obstante sabía que no sería tarea fácil, pero el futuro lo tenía que conquistar a sangre y fuego. Contaba con el gusano en que podía hacerlo y, esas ganas me llevarían a donde yo eligiera.- Tan cerca o lejos como las fuerzas lo permitieran. El destino me llamaba. Al llegar a la ciudad, me tope que no era como lo había considerado o lo esperaba, mucho ajetreo, multitudes, ruidos, carros, la gente traía mucha prisa, hablaba poco, no estaban cómodos con nadie. Deje a mi familia atrás, pueblo, los amigos, para enfrentar una vida dispareja, desafiante pero asumía el reto.

En la secundaria, todo indicaba que las cosas se iban mejorando, estaba encontrando lo buscado. Nada me desanimaba, solo la oscura noche servía de paño de lágrimas al momento en que dormía al extrañar la familia, los amigos con los que platicaba, los recuerdos.- Todo quedo atrás.- Solo el recuerdo de esos ojos tristes frente a un espejo aflorando en lágrimas por la nostalgia que sentía en verme alejado de mi tierra, mis burros, perros, caballo, gallinas.

Callé la voz de la conciencia que reclamaba arguyendo lo dejado. No tenía muy claro si estaba en lo correcto pero la vida la miraba de otra manera cavilando que estudiando me haría feliz.- Abandone la casa paterna causante de mis mayores alegrías como si con ello cambiara las cosas para siempre.- El todo por la nada.- Alejado del aroma de la tierra, el perfume de su gente para alcanzar un sueño. Vino el cambio de niño a joven recordando las pláticas en la plazuela donde aquellos jóvenes se encargaron en abrirme un poco los ojos. No puedo negar que al paso de los años veo esa vida junto a ellos pero con un horizonte diferente, más allá de sus pláticas.

La vida que elegí un tanto programada y medio desordenada a base de las decisiones tomadas por mis gustos, pasiones, se fue convirtiendo en esa sombra soñada que tiñe la mente de los jóvenes, de los que no se dedican a disfrutar la vida y se encierran frente a los retos que le saben a desvelos y malas noches. La demanda juvenil era aplicar, enfrentar sin parar, hacerlo bien a la primera sin importar los daños colaterales en estrés, insomnio.

Han pasado los años y no soy capaz en quemar los recuerdos que me toman desprevenido. Los que gritan que no se es nada sin un título. Los que destrozar los nervios estudiando para conseguirlo. La vida se nos va como gotas de agua entre los dedos.- Nos hacen creer que dependemos de un título para triunfar y, del dinero para ser feliz. Intentamos de todo por encontrar esa felicidad. Hacer de todo menos uno mismo.

Soñamos construyendo un mundo futuro.- En la primaria, la secundaria, y así se va diseñando sucesivamente hasta que despiertas y reniegas al darte cuenta que la vida se te fue, el tiempo se esfumo, te queda poco. Viene el inconformismo ante lo que se hizo o se dejó en hacer, deseas entender el transito anterior, sabes poco, mucho se olvidó, estas harto en la rutina, la gente que frecuentabas se marchó y hasta las canciones que escuchabas se disiparon.

Rumias que el camino es una copa que relaja el alma, te das cuenta que lo haces a destiempo en esa prisa por construir y dejar en vivir. Revisas la idea y perjuras que sufriste en conseguirlo, que el amor era el mejor y, que los besos juveniles se fueron acortando. Miras a la pared y ahí está el titulo colgado en una esquina de la casa.

La vida se encarga en enderezar las ideas retorcidas, las que queman el pecho juvenil. Al final terminamos por preguntarnos ¿Realmente era mi oportunidad? El cuerpo siente las yagas de la lucha por obtenerlo, no olvida, no perdona, se aprende y se pierde, todo es enseñanza: El amor juvenil, la amistad sincera.


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