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Filosofía marismeña

Reclamo afectivo

Ramón Larrañaga Torróntegui

Miércoles, 12 de Abril del 2017. 4:40:14 pm

Letra más grande

Alguien nos ha dañado y eso molesta, taladra el entendimiento, la prudencia, nos hace sentirnos pequeños, degradados. Nadie tiene derecho a dañar a otro sin embargo la palabra es suelta y no respeta fronteras, sale como flecha y ya no es detenida.

Los padres siembran en nosotros lo que ellos esperan cosechar a futuro, sin embargo en muchas ocasiones es su fertilizante el que hace que no sea el adecuado y tengan que arrepentirse posteriormente al ver que lo que sembraron no es la cosecha esperada; en otras palabras no son los padres los únicos responsables de los actos futuros de sus hijos sino la consecuencia conjunta de nuestras acciones pasadas.

Siempre existe un pasado que nos cuenta las situaciones que vivimos, volviéndonos conscientes de las acciones y sus consecuencias anteriores.

Escuchaba a una pareja joven sentada frente a mí, estaban discutiendo su relación. No se notaba molestia simplemente estaban poniendo las cosas sobre la mesa. Había molestia y los argumentos sonaban sinceros. Cada uno exponía sus razones, el uno le decía al otro sus errores, sus faltas sentidas.

Se tenían amor pero no se conocían bien a pesar en ser pareja. Ambos reclamaban su libertad, las culpas del otro. Ninguno cedía, no había perdón, se sentían solos. Una pareja es capaz en superar muchos desafíos, pero poner un dique al perdón y rebasar el señalamiento de la culpa los lleva a terminar su relación por mucho amor que se tengan.

Lo difícil es aprender a perdonar, retomar, valorar la libertad, abrir el corazón. Ejercitarnos en que las promesas a veces sin darnos cuenta las dejamos olvidadas. Si, no se aprende a indultar el corazón jamás estar en paz consigo mismo. La relación de pareja está plagada en deficiencias tanto del uno como del otro y aunque se hacen esfuerzos por ambos no siempre se logra mejorar ante esa falta de comunicación espiritual (Almas) Por eso se recomienda expresar sinceramente un ¡Lo siento! y negociar los defectos valorados.

Para quien escucha esta petición debe ser una persona madura en su criterio si no está; puede mal interpretarla y sentir que ha ganado la batalla por el poder. Ese orgullo la puede llevar a perder lo ganado, a crear mayores conflictos por egoísmo culpando con mayor frecuencia.

Es importante entender que quien pide perdón es una persona madura la cual cuenta con la fuerza y el poder suficiente para comprender el paso que está dando y que no lo hace por debilidad sino con la convicción en cambiar, ser digno, suficiente para llenar el vacío que la otra persona le reclama. Toda disculpa lleva un esfuerzo intelectual, una medida de los actos hechos, una historia de madurez y no se trata de humillarse o que le de vergüenza el hacerlo, sino que defiende su postura, sus acciones porque comprende que ha dañado los sentimientos de su pareja.

Escuchaba a los jóvenes y me daba cuenta que se estaban dañando en sus sentimientos ante el reclamo que se hacían, era una actitud y forma muy descuidada en tratar una relación de amor verdadero.- Herir, no es la solución.- Humillar es perder lo caminado.- Lo que si ensalzo es la sinceridad que ponían a sus palabras. Cuando uno es adolescente no sabe cómo manejar este tipo de conflictos, se bloquea, siente que lo humillan cuando le reclaman. Tan fácil fuera tan solo cambiar de actitud pero no hay comprensión sino que termina en destruirse una verdadera relación.

Para los adultos en cada perdón siempre anexamos una condición (A cambio, de) como si con este vendaje se cicatrizara el fondo de las cosas.- Para amar y admitir la culpa, se requiere humildad.- Tiene que existir un corazón enamorado, un sentimiento humilde, unos ojos capaces en llorar por un amor verdadero, sincero. Atacar y abandonarnos es un mal, no es un cambio en actitud, no es corregir sino solo sacar los trapos sucios y no dejar que se aireen. Perdonarse uno al otro aunque el daño sea pequeño para que las cosas no pasen a mayores.

No es sano en una relación envenenar el alma para manejar o manipular a la otra persona, sino un deseo permanente en estar en paz consigo mismo, sinceridad, entrar en la razón de la otra persona, alcanzar su plenitud para que ambos sean protegidos por el caparazón que se forma con el amor en una relación.- Es estar de acuerdo, platicar, valorar, encontrarse en los desencuentros, esperar que los ánimos bajen, dejar fuera lo hiriente y de esta manera ayudarse mutuamente como personas a cambiar de carácter innecesario.

Cuando le hacemos mal a la persona que amamos, lo sentimos como un fracaso, una crítica a lo que somos, una falta de respeto a lo que amamos.- No se hace lo correcto, se repite lo malo, sus debilidades, hablamos de sus defectos con terceras personas. No, es bueno.- Lo mejor es no faltarle al respeto, ni magnificar las cosas sino establecer diálogos.- Ese es el bien, el alivio, el consuelo, la alegría, lo purificado en las almas.- Todos tenemos debilidades, sabemos arrepentirnos, podemos compartir para experimentar la paz y volver a unificar la relación entre las almas.

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