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Filosofía marismeña

Costumbres

Ramón Larrañaga Torróntegui

Lunes, 17 de Julio del 2017. 12:59:40 pm

Letra más grande

Si todos somos realmente honestos, sabremos que estamos cargados de energía negativa hacia todo lo que se mueva. Circula en la atmosfera una gran cantidad de negatividad acerca de las personas involucradas en cualquier proceso, situación sin importar sexo, raza, credo, pero sería un error centrarse sólo en eso. Después de todo lo que la sociedad es capaz de masticar sin que se quede pegado el chicle en la boca, sino porque lo negativo siempre es más apasionante que el positivo y no logramos armonizar el equilibrio entre uno y otro.

> Nos acostumbramos ?rápido a lo bueno y lento a lo malo? ese ha sido el éxito de nuestra especie. Así encontramos humanos viviendo en casas de cartón y humanos nómadas recorriendo desiertos sobre camellos. Hay gente que por necesidad y luego por costumbre, hizo del mejor amigo del hombre un animal para consumir carne con él proveniente de otros animales. En este caso, como en todos, es una cuestión de costumbres. Hay humanos que viven en selvas casi vírgenes y aún no descubren la rueda, otros habitan fuera de nuestra órbita y flotan ingrávidos mientras averiguan más cosas sobre el Cosmos. Para unos es costumbre verse completamente desnudos y para los otros ya se hizo costumbre sentarse en escusados para poder hacer sus necesidades. Hay personas que les gusta tener muchos hijos bajo la premisa ?Pocos llegan a la edad adulta o los que Dios me mande?.

Hay mujeres que se tapan con trapos gigantes y ven al mundo desde una pequeña rendija en la venda que cubre su cara. Se acostumbran a eso y no lo ven extraño ni siquiera desagradable. Simplemente, nacieron de madres que ya vivieron así y se acostumbran a que las casen desde muy chiquitas para que no haya duda de su ?pureza? al momento de tener su primera relación sexual. Pueblos enteros crecen y prosperan alrededor de volcanes con la amenaza constante en que el volcán se despierte y los cubra para siempre o si acaso tengan tiempo de escapar. Se niegan abandonar esas zonas con el argumento que perderían todo. Así, nos acostumbramos. Sin darnos cuenta.

Muchas veces porque nacimos y crecemos en esa realidad, muchas otras, simplemente, porque esta fabulosa capacidad de adaptación nos toma por sorpresa y nos moldea en torno a nuestras nuevas necesidades. Nos acostumbramos a comprar más de lo que necesitamos, porque no sé si ese mismo producto, estará en el mostrador en unos días o tendré suficiente dinero para adquirirlo. Nos acostumbramos a usar reloj, ?Cadenas de oro colgadas? mismas que llaman la atención de los amigos de lo ajeno. Ya no me sorprende ver indígenas en los semáforos, llenos de suciedad, amamantando a sus bebes sentados entre un montón de basura que utilizan como casa.

No es nuevo, escuchar que a un amigo o familiar lo robaron o se le metieron en la casa y los dejaron sin nada. Los autobuses sin luces en mitad de la noche, la basura en la calle; las paredes y los monumentos llenos de firmas ilegibles que hablan de territorialidad y de cosas que no entendemos. Niños y perros de la calle, hambrientos, arrastrando viejas heridas o padeciendo las nuevas; autoridades que te detienen y te piden dinero para ?dejarlo así?; el supermercado medio vacío y con marcas extranjeras que cuestan el doble; las medicinas no se consiguen; los muertos del fin de semana; los abogados que defienden lo indefendible. Uno se acostumbra.

Y como individuo se va haciendo lo mejor que se pueda. Nada tiene un impacto ni siquiera proporcional a la degradación moral que nos ocurre en mayor o menor medida por las circunstancias en las que nos hemos acostumbrado a vivir. Ya sabemos que poner una denuncia ambiental, poco impacto tiene. Una por maltrato animal, es casi como perder el tiempo. -Buscar justicia es buscar un alfiler en la arena de una playa.- Hay protestas de gente que ya dio todos los pasos que debía dar y no encuentra forma de que se le preste atención, sobre problemas que le afectan. Decía mi abuelo: ?todo es igual a todo y nada es igual al todo? Cada vez nos dejen decir menos, tener miedo en expresarlo, reverenciar al ladrón.

Hasta en la cuenta de face, tenemos que tener cuidado de lo que se escribe o sube. El odio brota como agua represada, los insultos, las agresiones. Pensar diferente se castiga de muchas maneras. Y eso es lo que nos ha transformado y nos sigue transmutando cada día: El instinto de supervivencia. Y al final del día ?antes y después?, animales de costumbre. El caso es que, salvo las muy honrosas excepciones de estas lamentables generalidades, la esencia básica de la desconfianza popular radica en la gran proclividad a la mentira, la impresionante inclinación a la transa y la muy lamentable impunidad, de quienes violan pertinazmente las más elementales normas de convivencia, aun las convertidas en Ley.

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