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Filosofía Marismeña

Política

MDH Ramón Larrañaga Torróntegui

Viernes, 10 de Noviembre del 2017. 12:01:38 pm

Letra más grande

El clásico italiano Vilfredo Pareto entendía la dinámica social como una lucha entre élites para controlar las palancas del poder. Para él las elecciones representaban un momento de la competencia entre las élites en el gobierno frente a las élites subordinadas que intentan desplazarlas. En la democracia, la elección es un ritual para rotaciones pacíficas, para cambios sin violencia. Pero una vez realizadas se inicia otra fase, que es la de asignación de rangos de prevalencia entre los grupos en la palestra.

Es un paso tanto o más difícil que la lucha electoral externa en donde los elegidos se sienten ungidos por ser los preferidos argumentando un trabajo pos-electoral tan eficaz que nadie hubiera sido capaz de igualar; por otro lado no debemos olvidar que la derrota es huérfana. En ésta los escaños y cargos se atribuyen de forma precisa, siguiendo las reglas de juego legales. Los votos deciden las cuotas de poder, tamizados por el peso de las circunscripciones y el sistema de reparto de escaños, sobre todo en regidurías y plurinominales.

Después aparece la fase interna de su interpretación, que siempre da lugar a luchas por la reorientación de espacios de influencia interna. Resolver este asunto es la cuestión más difícil a la que se enfrentan los partidos políticos. Michels advirtió de las resistencias de las oligarquías interiores para ajustarse a los cambios de las corrientes sociales. Las jerarquías consolidadas se resisten tenazmente a ceder cuotas de influencia aun en contextos que evidencian su desajuste a las prioridades sociales.

Prefieren que su organización se hunda antes que abandonar el poder, aquí tenemos el caso concreto de las tres carabelas de Cristóbal Colon representadas por el PRI/PAN/PRD. Arrastran a sus siglas hacia la decadencia imparable y sólo sucesivas derrotas considerables propiciarán las condiciones para que otro grupo renovador pueda reemplazarlos. Las últimas elecciones en han evidenciado que todos los partidos tienen mucho que cambiar. Ninguno arrojó resultados homogéneos que revalidaran a sus dirigentes de forma generalizada.

En unos estados, municipios, en determinadas regiones rurales, en ciertos tipos de tamaños y localizaciones territoriales han estado bien; en otros no han pasado de resultados aceptables y en otros han fracasado sin atenuantes. Extraer las lecciones de los hechos no les será fácil, los afectados se resistirán al límite de sus fuerzas. Chantajearán con la amenaza de la escisión, la disidencia y el desgaste.

Es el momento, si no de los estadistas, al menos de los grandes políticos, la piedra de toque de los dirigentes con visión de futuro, será difícil sortearla y querrán subirla de frente olvidándose que la piedra es liza y no existen escaladores experimentados sino mas bien acostumbrados en el arte de embute. Nadie tiene, como la vieja Democracia Cristiana italiana, un código Cencelli que mida exactamente la influencia interna de cada corriente y de cada notable. Han de sacar su visión, esa característica que Isaiah Berlín detectaba en los grandes líderes, la capacidad de sintetizar creativamente todos los desafíos en juego.

Y que los partidos lo hagan bien es muy importante para el futuro de México. Ya que la persecución de sus intereses personales, son los que los hunden, su falta de sensibilidad social y sobre todo su marcha poco digna por la vida, buscándose que avancen en un contexto de libertad competitiva y alto interés por la vida pública, para que el elector realmente sienta la necesidad de salir a votar y no lo perciba como dinero y tiempo perdido.- Como demostró la baja participación pasada-, puede conducir de forma indirecta a la preservación de los intereses de un solo grupo privilegiado de sociedad. Por eso es deseable que afronten su rotación interna de élites y renueven sus ofertas políticas, por el bien de todos los mexicanos.

Mientras la libertad no sea completa para todos, la revolución no habrá terminado o, si hubiere terminado, dejaría en herencia la necesidad de una nueva revolución. Y la bandera de la revolución de los vencedores del momento, enseñoreados del gobierno, deberá pasar a las manos de las oposiciones más avanzadas que quedaron fieles a la causa de la libertad, -hasta el día que ésta triunfe en una humanidad fraternal que no sepa ya de dominadores y de súbditos, de explotadores y de explotados.

No me interesa nada de lo que pueda pasar en el hotel, como tampoco interesa si es de cinco estrellas; ya que todos sabemos será de dos y las demás desaparecerán del firmamento. El circo que se monta puede llegar a ofender a la inteligencia. Me importa un bledo lo que ocurra en la isla de los elegidos. Me aburren, y lo que es peor: me molesta que nos tomen por imbéciles. No soy un excéntrico. El entretenimiento de calidad existe y somos mayoría los que lo exigimos. Por ello basta de alimentar la población con pienso.

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