* La novela es el pariente pobre del cuento. -Luis Leal (1907-2010).
Por Arturo Camarena Flores
A Edgar R. Arellano Ontiveros (a) El Pipiripau le da gusto regalar libros y reprimendas a tirios y a troyanos por ser él un insaciable e inteligente lector lo cual le facilita el bien escribir, punto en el cual amigos y enemigos estamos de acuerdo. Generoso al extremo en cuanto a repartir sarcasmos en su leída columna El Cotarro Político de hace una semana le envió a los miembros culturosos del CECAN, (con foto al calce de su director), un utilísimo recurso denominado Discurso Doméstico para decirlo en cualquier ocasión cambiando sólo a quienes va dirigido. Recibí de sus manos varios libros, uno sobre la vida de Edmundo Valadés, como él, escritor, periodista, editor, divulgador literario y enamorado de las mujeres.
Miguel Ángel Sánchez de Armas logró convencer a Edmundo Valadés (1915-1994), que le hablara de su vida a una grabadora de la cual salieron las palabras que se hicieron letras que leí en el libro En estado de gracia, 1ª edición 1997 Conaculta. Contiene relatos que debe usted leer cuando quiera vivir las aventuras de un niño que a los 11 años de edad escribió El torero mentiroso, comedia en 8 actos y que por la orfandad fue llevado de Guaymas al Distrito Federal donde como todo joven brioso, abandona la secundaria, se hace adicto al billar y en aventura a Monterrey duerme en bancas de algún parque y viaja de trampa en el tren. También gracias a su buena memoria, revivir trascendentes épocas históricas del México, vívidas vivencias por el autor entre 1943-1990. Este singular personaje se dedicó al periodismo tal como lo hicieron su abuelo y su padre, publicando en La Paz el semanario Baja California el primero, y escribiendo dos libros el segundo, además de ser corrector de pruebas en la Revista Hoy, donde él también seria periodista y luego jefe de redacción; siendo el director don Regino Hernández Llergo.
Más que los cuentos incluidos en El libro de la imaginación (1970), me causó gran emoción su reportaje de 1941, El cuatro vientos, donde relata en 33 páginas la odisea de encontrar el avión caído entre la selva de Puebla y Oaxaca en 1933. Me emocioné por que también estuve en el rescate de los restos de 7 ocupantes del avión DC-3 que se perdió durante 30 días (en 1967) en la Sierra de los Tuxtlas, Veracruz. La opinión general era que los ingenieros petroleros se habían ido a Cuba para apoyar al castrismo. En ambas tragedias se vio la maldad y el pillaje de los lugareños, pero los audaces pilotos españoles, Mariano Barberán y Joaquín Còllar fueron presa de las fieras con machetes y pistolas. Venían de Cuba después de haber llegado ahí sin escalas desde Sevilla. Una multitud se quedó esperando su llegada a México DF. Ocho años después se hizo pública toda la verdad gracias a los reportes de Edmundo Valadés cuya producción literaria fue breve pero grande su obra maestra, la revista El Cuento, la que usted nuevo lector, por supuesto la desconoce al igual que sus ensayos pero le diré que en La lectura dice: Poder leer es ya no volver a estar solo, frase que por si misma puede cambiar el curso de una vida. Algunos de sus libros y de sus compilaciones temáticas son: La muerte tiene permiso (1955); La revolución y las letras (1960); Las dualidades funestas (1967); El libro de la imaginación (1970) y Por los caminos de Proust (1974); La picardía amorosa (1988); Ingenios del humorismo (1988); Amor, amor y mas amor (1989); Los infiernos terrestres (1989). Relata que su padre murió a los 103 años, misma edad que este año cumpliría el también escritor, especialista en el cuento y crítico literario Luis Leal a quien recién conocí en una entrevista por TV (1997), en el programa Tratos y Retratos de Silvia Lemus. En un hermoso diálogo este autor, a los 100 años comentó todo lo que hay que saber sobre el cuento y de sus labios escuché que nuestro Amado Nervo se adelantó a las narraciones de ciencia ficción con El Congelado. Antes les había yo escuchado la misma apreciación a los escritores de talla mundial, Arturo Azuela y Hugo Gutiérrez Vega. Esta digresión (que no la es), viene al caso por que en la hora completa nunca mencionaron ni la obra ni el nombre de Valadés, que publicó mil cuentos y leyó diez mil. Acerca de él Enmanuel Carballo, personaje que me trató mal en el pasado, dejó dicho que los grandes orientadores culturales en México han sido Alfonso Reyes, Emilio Pacheco y Edmundo Valadés. Y en verdad, deja mucho aprendizaje este libro. Cómo no voy a simpatizar con quien escribe como él: Una cosa sí conquisté: que nunca me sometí a un horario durante los años que fui empleado. Veinticuatro años he trabajado sin horario.
El joven que creció creyendo que era feo (en su casa le llamaban atepocate), a los años vio su foto cuando tenía 18 años y se dio cuenta de su error. Eso y otros prejuicios hicieron incluso pensar alguna vez en el suicidio. Aconseja: A las mujeres hay que fingirles celos. Lo agradecen profundamente. Con la mujeres he perdido mucho tiempo y dinero. Me han costado no se cuantos departamentos, cuantas casas. A los 38 años de edad miró al cielo pidiendo un deseo y en ese momento nacía una niña que sería bautizada como Adriana Quiroz, la mujer que a los 22 años se casaría con él y ella escribe al final del libro ¿Qué me dio Valadés? Contestándose: Me enseñó a cultivar la amistad; me regaló, envueltos en hilos de oro, el misterio de las Mil y una noche; nos dejamos seducir por la ciudad de Buenos Aires: nos juramos amor ante el mar de Guaymas, ese mar que lo vio nacer, ese mar que lo dejó ir. Nos echamos clavados en las librerías de viejo de Donceles. Me dio su mundo: rico, generoso, lleno de sorpresas. Me contagió su capacidad de asombro y de su mano conocí y traté a escritores de la talla de Rulfo, Arreola, Henestrosa y Del Paso.
Posible lector, espero haberle despertado la curiosidad de conocer la gran obra de este mexicano.
Miembro de la Asociación de Periodistas y Escritores de Nayarit, A C (APENAC)
Correo: arturocamarena1@hotmail.com
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