Filosofía marismeña

Dos almas que se aman

MC Ramón Larrañaga Torróntegui

Lunes, 3 de Noviembre del 2014. 12:38:50 pm

Letra más grande

Después de que pasan los mejores años de la vida, con esa acumulación en tiempo uno aprende a valorar las cosas entre ser maduro o indiferente a las mejores satisfacciones que se pueden disfrutar. La vida nos da la oportunidad de enlazar las almas o solamente tomarlas de mano por un cierto tiempo, nos enseña que amor no es acostarse y tener sexo con otra persona, ni buscar matrimonio para sentirse protegida (o), aprendemos que entregar un beso puede ser solo un contacto o el compromiso de fidelidad y que una caricia se vuelve un regalo en lo emotivo.

En esa madurez uno aprende a saber cuando pierde y estoicamente acepta su derrota siguiendo su camino con la cabeza en alto y el corazón destrozado, pero con los ojos abiertos en busca de un camino mejor para construir su próxima parada en terrenos más firmes, menos inseguros y plagados de fidelidad. Después de que pasan los años uno aprende a construir sus esperanzas y sabe de las muchas tormentas. En medio de la tempestad se cae, se vuelve a levantar. Sabe que las habladas queman pero no matan, que el jardín que no se cuida termina por secarse y que si se espera a que le traiga flores quien nunca ha demostrado su amor terminara por envejecer y renegando de lo que supuestamente la vida le negó. Ser fuerte significa estar bien plantado, saber aguantar y valorar las cosas de quien vienen.

Después de que pasan los mejores años de la vida, con esa acumulación en tiempo y experiencia uno aprende a que muchas metas no son alcanzadas a pesar de que se trabaje día y noche en ellas, a que las pruebas sirven para saber de que estamos hechos y que las decepciones son momentos de reflexión y madurez ya que la vida a cada paso nos pone pruebas, nos da rabietas, nos involucra en situaciones que quisiéramos jamás haber vivido pero hay que sobreponerse “Pase lo que pase, somos más importantes que eso” Todos estamos expuestos, los desafíos son múltiples, constantes, lacerantes y castrantes con dolor y placer.

A veces, no sabemos enfrentarlos, nos ganan con dolor de panza y quisiéramos que el mundo se acabara diciendo “Cómeme tierra” porque las cosas van mal, están mal y se continúen complicando. Para que las cosas cambien hace falta “Fe, entrega, compromiso, lucidez, tolerancia” Es la mejor forma en dejar fuera lo que nos agobia.

La vida es un camino, es una constante búsqueda, un placer, una cosa que nos duele pero amamos. La vida es una despedida constante de lo que fuimos ayer y somos hoy, por eso hay que aprender a vivir con y en lo que nos gusta, en lo que queremos, despidiéndonos de lo que aborrecemos, lo que nos causa daño y aunque la despedida sea dura es mejor que quedar sufriendo los siguientes años tratando de aprender a vivir en el dolor constante.

Cuando niños aprendemos a caminar y cuando lo logramos empezamos a buscar la libertad yendo y viniendo a lugares que nos gustan, que nos atraen, esa es nuestra primera valentía con la que enfrentamos lo que pensamos llegaremos a ser con el paso del tiempo, buscamos no perdernos cuando regresamos a casa y al mismo tiempo la fuerza para dejarla atrás construyendo la nuestra, sin importar los desafíos que se encuentran fuera de ella. Dejamos atrás a nuestros padres para seguir andando solos o junto a otra persona totalmente diferente a nosotros, pero no desperdiciamos sino que ganamos porque esa es la libertad buscada.

Con el paso de los años nos despedimos de nuestros padres, sentimos que ya no los necesitamos que ahora son ellos los que nos necesitan y que para ser responsable debe estar atento de sus actos porque aunque puede que no me necesiten económicamente, si me ocupan para regalarme amor.

Con el paso de los años a veces nos vamos despidiendo de cosas que queremos de personas que amamos al creer que estamos viviendo libremente sin cadenas y que siempre por más años acumulados que carguemos a cuestas, nos decimos que lo bueno está por venir, el tiempo no ha pasado por nosotros, somos el presente y el futuro como en la juventud. Olvidamos que el tiempo no perdona, que pasa por nuestro cuerpo quedándose presente y para siempre recordándonos el pasado y lo difícil que se ve el futuro.

Los años nos enseñan a caminar con y sin culpas, los reproches los guardamos para culpar a otros de lo que dejamos en llegar a ser, hacemos responsables a terceros en nuestras desdichas y el tiempo se paso muy rápido, tan rápido que las ofensas recibidas aún no cicatrizan, el rencor y la amargura está presente, matando el cuerpo y con ello el alma. Vas muriendo sin saberlo o reconocerlo, esperando que tu vida sea eterna, ves que tus amigos están partiendo y justificas la esperanza en que estas sano porque la vida continua favoreciéndote enviando ríos de salud, satisfacción y energía al contrario de ellos.

Los ríos no paran, las aguas nos van llevando, el camino sigue siendo el mismo pero hay que verlo con otros ojos con unos que sean capaces en ver las aguas de ese río que nunca has visto. La vida es una caricia, una contemplación de luz, unas palabras recordadas, un susurro al oído, un sentido en el sendero. La vida es un beso grabado en el alma, saboreado en los sentidos, perdido en los sentimientos y que al mismo instante muere con uno mismo. La vida en lo físico es calor, fuego, deseo imparable, cuerpo, conquista.

Después de que pasan los mejores años de la vida, con esa acumulación en tiempo uno aprende a darle sentido, entregar amor que nunca pensó llegar a sentir. Nos gana la nostalgia al recordar ese amor cuando estas físicamente alejado, vivir bonitos recuerdos, sonrisas en el alma.

Cuando las dos almas que se aman están juntas, es un regalo en donde no deseamos que termine el día sin haberlo disfrutado, sin resolver nuestros sueños, vencer los desalientos, sin haberle dicho a la persona amada lo mucho que la amas, las ansias que corren por tu cuerpo alimentando esa alma con pasión indescifrable siendo ambos protagonistas en su propia historia, sin importar los vientos en las tempestades de la vida, solo concibiendo roces interminables, días iluminados, silencios deseosos, viviendo intensamente antes de que termine cada día, antes de que la vida quiera transformar el paraíso en infierno.