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Filosofía marismeña

Hipócrita

Ramón Larrañaga Torróntegui

Martes, 10 de Febrero del 2015. 2:26:05 pm

Letra más grande

En una sociedad como la nuestra es muy difícil emprender un camino en la búsqueda de estabilidad espiritual y esto se debe a esa falta de en las relaciones de unos con otros. El problema radica en una falta de entendimiento con nosotros mismos antes de buscar entender a los demás. A nadie le interesa lo que piensen las demás personas, nos basta y sobre la realidad que pensamos en la correcta y esta situación nos margina limitándonos para llegar a ser plenos. Para entendernos la sociedad debemos transformarnos con un sesgo de convivencia y no de degradación, hipocresía, fingimiento, falsedad o disfraz “Descalificación” Mientras no encontremos este punto en equilibrio social. Hagamos lo que hagamos no avanzaremos en vivir una vida mejor.

La sociedad llego al punto en ser hipócrita, en oponerse a todo, en aislarse en lo individual y descalificar en lo colectivo, esto significa debilidad en el conocimiento con el que nos conducimos en cada realidad creada desde nosotros mismos. Nos oponemos a todo lo que no estamos de acuerdo como si fuéramos únicos y dejamos el asunto de auto conocernos seriamente vigilando las palabras que emitimos, el pensar que enajenamos, los móviles en la conducta, las respuestas cortantes, provocativas dejando en un rincón el sentir de quien las emite para que sean escuchadas por nosotros.

Hipócrita es una palabra muy dura cuando es emitida como cualidad calificativa. Mi primera norma para relacionarme con los demás sin llegar a ser hipócrita es la regla del chocolate: “Las cosas claras y el chocolate espeso, sin medias tintas” Nada de que a Chuchita la bolsearon ¡Se, es o no se es! Esta regla tiene un alto costo pero también conlleva una alta dosis de autosatisfacción. La segunda se basa en algo tan sencillo como en ser amigo de mis amigos y en ignorar a mis enemigos “No quemar leña en infiernillos” suponiendo que los tenga. Presumo que los tengo por simple deducción estadística… La tercera regla consiste en evitar un binomio que suele resultar demoledor: afectividad y dinero… son dos elementos que procuro no mezclar porque cuando se fusionan hay riesgo de perder a los amigos, al dinero o a ambos.

Otra regla se basa en la inteligencia: no confundir compañerismo con amistad… los amigos siempre han de ser pocos porque son esos quienes en los malos momentos, cuando aparecen las aves de carroña, estarán a tu lado. Recuerda que los amigos están en los malos momentos, los compañeros están en los otros y alegres.

Lo que discierno es que existe otra cara que negamos, que nunca compartimos. Exigir ser claros es reclamar tu otra historia, la que llevas secreta, la que escondes tras esa cara sonriente, la que llevas en tu tuétano y marcada en la mitad de tu alma. Ser calificado de hipócrita se hace cuando solo quieres ver esa cara a quien nadie te has atrevido a mostrar y la escondes con el brillo de tus ojos o con una sonrisa falsa. Porque lo conoces y sabes de lo que es capaz, de lo que pueden trasformar sus actos, que lo sientes alejado de la verdad.

Al hipócrita: Hoy, yo, solo reclamo esa otra verdad la que a nadie ha mostrado, la que calla y cambia cuando alguien le pregunta por ella. Solo reclamo esa otra parte suya, la menos perfecta, la más intrigante, la oscura, la llena de celos, odios, intranquilidades, la que pasa del egoísmo al silencio, la que le hace persona, mujer, amante, casi perfecta. ¿Para que la quiero? Para amarla como realmente es y no seguir amando a una que no conozco, a la que no ha querido compartir su vida, la que se mantiene alejada de su verdad, la que falla igual que cualquiera y se justifica porque es mujer.

La que no muestra su lado malo, su otra mitad oscura, la que no conozco y sin embargo toco sus manos creyendo en ella, contándole lo que conozco y excluyo. La que beso sin saber a quién, la que no que no da nada de su vida y sin embargo exclama que me ama. Pero hoy quiero su verdad, la que nunca le ha contado a nadie o ¿Seguirás siendo hija de otra cara?

La vida nos lleva hasta el momento en que por la edad “Ya, no podemos ser hipócritas” Es cuando deseamos alcanzar ciertas cosas y nos damos cuenta que ya están fuera del alcance de nuestras fuerzas, o que son imposibles en realizar. Por eso, cuando la persona es joven debe llevar en mente un sentido en el vivir, un propósito a desarrollar y una historia a recordar. La vida es bella, cuando se sabe vivirla de principio a fin para no lamentar cuando las fuerzas nos falten en lo que dejamos sin hacer, sino ser siempre mejor para recordar y vivir como joven aún y a pesar de la edad.

Cuando una persona es joven, se siente capaz, persigue sueños, anhela metas, éxitos, y solo se lo impiden los temores, los miedos al dejarse convencer por otras personas en dejar de hacer lo que ella piensa “Le cortan las alas” y en muchas ocasiones ni siquiera intenta ser lo que realmente desea por ese miedo, simplemente dejan que la influencia de otra persona sea la que decida el rumbo en su vida.

Los jóvenes en la mayoría de las ocasiones tienen miedo en cruzar el río y se justifican diciendo que no saben nadar por eso sus vidas se empequeñecen, sus emociones se frustran, la decisión en su vida es errónea. Los jóvenes ponen el futuro de sus vidas en las manos de personas que desean ver en ellos lo que no pudieron hacer con su vida sin darse cuenta que si, ellos no llegaron es porque el nido era más cómodo y las alas no quisieron experimentar con ellas olvidando que la vida es corta. Dan lastima el verlos avejentados, arrugados en su nido y dando explicaciones del porque no fueron.

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Comentarios

Alberto

2015-02-14 01:36:06

Me gustó esta nota, solo que parece que le reclama a una mujer en ciertas partes

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