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Filosofía Marismeña

Carácter

MC Ramón Larrañaga Torróntegui

Miércoles, 20 de Abril del 2016. 1:35:35 pm

Letra más grande

Una de las virtudes que más define al hombre, como ejemplo digno de imitarse es la entereza de carácter; virtud esta que se cultiva en todos los climas, pero que no es peculiar a todos los hombres. La entereza de carácter de Terencio, salvó en parte el prestigio, harto por los suelos, de la Roma de los Césares. Y cuando el célebre senador abogó por que se perdonasen las faltas de los amigos del Emperador, lo hizo más para defender los fueros de la justica que para ganarse una amistad que en nada le favorecía.

Al exclamar en el Senado: "No quiero citar a nadie: a todos acuso y a todos defiendo con mis palabras y con mi propio riesgo", quiso expresar el resentimiento que tenía contra la corrupción de una época incapaz de ofrecer hombres lo suficientemente dignos y patriotas que se opusiesen a los extravíos del César. Terencio tuvo que defender la justicia como designio emanado de Dios y no como principio del Código Penal.

Como designio de Dios, la justicia es inflexible; en cambio, manejado por los hombres, se encuentra al arbitrio de las pasiones y liviandades humanas. Esa entereza de carácter es necesaria en los momentos del naufragio de la ética humana, porque cuando sobreviene el hundimiento de todos los valores morales, sucede lo que con el diluvio universal: se salva invariablemente una pareja de cada especie, en la misma forma que se rescata el decoro de aquellos hombres que de las insondables profundidades del desastre surgen como ejemplos de dignidad y entereza de carácter, desafiando las amenazas de la corrupción reinante.

Entereza de carácter debemos tener cuando el ambiente que nos rodea trata de empujarnos hacia las aguas cenagosas del vicio y la perversión; cuando en un momento decisivo se juega el honor de nuestra patria y cumple a nosotros velar por su integridad; cuando tenemos que defender los principios de la justicia tergiversados o pisoteados por los agentes del despotismo; cuando, en una palabra, asistimos al entierro del decoro humano y está en nosotros procurar su pronta restauración.

Solo así podrá llamarse hombre de carácter quien, haciendo a un lado los escollos que se oponen a su paso y encarándose a ellos, vence la furia de todas las fuerzas, negativas o infamantes, en contra suya. Yo creo que todos tenemos una cierta dosis de poder. El poder, la autoridad, no depende tanto de la persona que lo ejerce como de la actitud que los que tiene enfrente adoptan ante quien lo ejerce. Así, en un extremo estarían los se abrogan el poder y los serviles que se lo reconocen y en el otro los que tienen poder porque se lo damos los demás y no lo ejercen, aunque pudieran.

Y entre estos dos extremos hay infinidad de matices. No es malo tener poder, lo que es malo es el uso que de él hacemos. Yo tengo poder sobre mis hijos, la opinión que yo tenga de ellos es tan importante para ellos que puedo influir en sus vidas de una forma muy sutil o muy cerril, y también puedo ser consciente de este poder que ellos me otorgan y no hacer uso de él, pues se convertiría en abuso.

Y del ejercicio que yo haga de ese poder que me otorga el ser su padre o madre, se desprenderá la posibilidad de ganarme su respeto y, por lo tanto, la autoridad sobre ellos, o que lo pierda irremisiblemente. Hay muchas personas que tienen poder sobre mí. No me refiero a las que pueden decidir sobre mi presente o mi futuro, sino a aquellas de las que me importa su opinión, su cariño, su aprobación. Probablemente muchas de estas personas ignoren la autoridad que yo les otorgo, pero la tienen desde mi consentimiento y la perderán en el momento en que me demuestren que no son dignas de ella, porque usen de ese poder o abusen de su autoridad sobre mí.

La tiranía del débil se manifiesta de múltiples maneras. No olvidemos que hay formas muy sutiles de ejercer el chantaje y la coacción. El trabajo personal consiste en discernir cuándo ha llegado el momento de no ceder a la imposición, al atropello al que intentan someternos. Primero por respeto a nosotros mismos y segundo por rechazo a la dominación ajena. El dominio sobre nosotros mismos, en definitiva, lo debemos ejercer nosotros y solamente así podremos seguir respetándonos. La raíz de todo ello está en la ausencia de libertad por parte de quien se siente oprimido o acosado. Libertad a la que se ha renunciado o no ha sabido trabajar.

La juventud debe ser una fuente perenne de entereza de carácter. Su misma estructura biológica y su condición sobre la tierra la obligan a ello. Jóvenes sin entereza de carácter son como plantas sin perfume ni lozanía. Son capullos que se anuncian ya marchitos y sin el vigor necesario para ser vivificados por el sol. Es tan importante la entereza de carácter en la juventud, que una de las más reputadas Universidades de los Estados Unidos en su frontispicio está la leyenda: "Si has perdido la fortuna, has perdido algo; si has perdido la salud, has perdido mucho; si has perdido el carácter, lo perdiste todo". Por eso la juventud debe situarse siempre sobre una plataforma, substancial y definitiva, de entereza de carácter. Así fueron los antiguos griegos, y es la razón por lo que la historia señala sus ejemplos como constructivos para la Humanidad.

En las Vidas Paralelas, de Plutarco, encontramos verdaderos ejemplares de entereza de carácter. También los tenemos en la Edad Media, y con ellos debemos recordar, esos nombres que siempre citamos. Los nombres de Washington, Jefferson, Bolívar, Lincoln, Juárez, Porfirio Díaz, Lázaro Cárdenas y tantos más. Este es el ejemplo que debemos imitar.

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Comentarios

Caracter....

2016-04-22 21:53:41

Es una postura hacia la vida; es un comportamiento fundamentado en: el prestigio, la equidad, la compasion, el respeto, la reponsabilidad, y el civismo. Aunque para llamarse caracter se debe anteponer al bienestar economico, la situacion social, la integridad fisica, e incluso la vida.
Esta dificil.

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