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Articulo de Opinion

El fiasco del INEGI y la visión oficial de la pobreza

Abel Pérez Zamorano

Lunes, 1 de Agosto del 2016. 4:36:09 pm

Letra más grande

El 15 de julio el INEGI publicó el Módulo de Condiciones Socioeconómicas, MCS, 2015, donde se reporta la variación en el ingreso de los hogares, usado para medir la pobreza; lo hizo empleando, sin previa advertencia ni un mínimo consenso con las demás instituciones involucradas, una “novísima” metodología que modifica las variables de medición, de donde se derivó el sorprendente resultado de que el ingreso corriente del diez por ciento de los hogares más pobres aumentó ¡en 33.6 por ciento!, y que, ¡milagro!, ya no hay 53 millones en pobreza, sino 48 millones. De inmediato, el Coneval, usuario de esos datos, y desde 2008 encargado de medir la pobreza, se deslindó. Todo se agrava porque el cambio metodológico hace imposible la necesaria comparabilidad de resultados con las series anteriores; el propio INEGI advirtió que por ello: “…el Módulo de este año no sea comparable con los ejercicios estadísticos previos”. En una palabra, ya no se sabe oficialmente cuántos pobres hay. Por su parte, el INEGI pretendió justificarse aduciendo que los entrevistados usualmente hacen trampa al declarar menos ingresos… y hubo que incrementárselos, en el papel.

Además de los nuevos criterios, la metodología seguida en el levantamiento de las encuestas que se aplican para el efecto, en 65 mil hogares y de puerta en puerta, adolece de graves deficiencias; por ejemplo, dice Julio Boltvinik, especialista en el tema de pobreza, que en varias entidades los operadores de programas asistenciales aleccionan a los beneficiarios para que declaren ingresos más altos, so pena de verse privados del apoyo; asimismo el protocolo de levantamiento contempla que ante respuestas “sospechosamente bajas” hay que regresar a aplicar la encuesta; o sea, insistir hasta lograr que el encuestado declare más ingresos; ¡así se saca mucha gente de la pobreza, y fácil! Además, los cálculos del INEGI desechan a las familias más pobres, distorsionando los resultados al hacer subir falsamente el ingreso promedio; según Boltvinik, mediante tal subterfugio se excluyó al 5 por ciento de los hogares más pobres; señala otra debilidad evidente de las encuestas: el 1 por ciento más rico jamás se deja entrevistar; son los multimillonarios a quienes el humilde encuestador que va casa por casa tocando puertas jamás encontrará, por lo que los ingresos de ese sector no aparecen; por ello propone que en lugar de medir con encuestas se haga mediante declaraciones fiscales, pero tampoco eso funciona, pues los señores saben ocultar sus utilidades, declarar menos, y pagar aún menos.

La tendenciosa “innovación” del INEGI desató escándalo entre las instituciones especializadas. En comunicado de prensa del 15 de julio, el Coneval indicó: “La modificación que hizo el INEGI al ingreso de los hogares se puede apreciar con los siguientes ejemplos: incremento real del 11.9% en el ingreso corriente de los hogares a nivel nacional y más del 30% en algunas entidades federativas entre 2014 y 2015. Asimismo, se presenta un incremento real del 33.6% del ingreso en los hogares más pobres en un solo año, lo cual no es congruente con la tendencia que se ha venido manifestando en otros instrumentos del INEGI y con otras variables económicas […] Los cambios en la captación del ingreso realizados por el INEGI fueron una decisión exclusiva del INEGI […]”. Otras instituciones también cuestionaron. El 20 de julio el director de Oxfam México declaró que el informe era “una reducción ficticia de la desigualdad”, un cambio brusco y sospechoso de la metodología, unilateral, sin consenso con instituciones especializadas en el tema, un “borrón y cuenta nueva” en el seguimiento de los datos. El 17 de julio, Boltvinik, calificó de “inverosímiles” los datos, y señaló que el supuesto incremento en el ingreso de los más pobres choca con las tendencias estructurales conocidas. En realidad choca con todo lo oficialmente sabido hasta hoy, por cierto muy rasurado ya, pues Boltvinik mismo estima en más de cien millones el número de pobres. Más todavía. En las propias encuestas de INEGI, 2015, como la de Ocupación y Empleo (ENOE), no hay atisbos de mejoría que pudieran explicar la reducción de pobreza hoy “descubierta”. El resultado choca también con el de la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH). El propio Coneval informó (24 de julio de 2015) que entre 2012 y 2014 se sumaron dos millones más a la pobreza.

Intentan ocultar la pobreza pero ésta sigue ahí, cada vez más terrible, dolorosa, y amenazante. México figura entre los 25 países más desiguales, con 54.4 por ciento de población en pobreza, oficialmente. A la par, los cuatro hombres más ricos poseen el 9 por ciento del Producto Interno Bruto, y el 1 por ciento de los adinerados controla el 39 por ciento de la riqueza (Oxfam, 2015). Además, 11 millones de mexicanos están en la categoría de quienes viven con un dólar diario: cerca de veinte pesos para cubrir todas sus necesidades. Los indicadores económicos fundamentales también desdicen al INEGI. El desempleo es muy alto: 58 por ciento de la población sobrevive en el sector informal; prácticamente no hay crecimiento económico: el PIB creció 1.3 por ciento en 2013, 2.1 en 2014 y 2.5 en 2015, ¿y entonces cómo fue posible el milagro del INEGI? Además, los salarios son los más bajos entre los países de la OCDE, y la violencia, aunque sea indicador indirecto, va en franco ascenso: en mayo pasado se registró el más alto número de homicidios en los últimos cuatro años. En fin, la propia población percibe que su pobreza es creciente, que lo poco que gana no le alcanza para vivir.

Mas la pifia del INEGI no es casual, ocurrencia de algún estadístico loco despistado que mal aconsejó y sorprendió al director: es una consecuencia lógica necesaria, producto de una concepción de gobierno empecinada en negar e ignorar la pobreza; una actitud autista, cuya implicación práctica es difamar y perseguir a quienes insistentemente vienen advirtiendo sobre el crecimiento de la pobreza y los riesgos políticos y sociales que conlleva; una política de Estado que tozudamente niega atención a la pobreza, acusando a quienes la denuncian y demandan atención, de exagerar, inventar, “chantajear” y desestabilizar por puro gusto o por inconfesables y aviesos propósitos a gobiernos respetuosos, sensibles y pacíficos. Ya no hallan dónde meter a los pobres, y ahora han llegado al extremo grotesco de usar la goma de borrar para eliminarlos del papel, después de que cotidianamente los ocultan y los sacan de los centros históricos de las capitales. Ante nuestros ojos, el capital se ahoga en la pobreza.

Pero el verdadero reto no es escamotear cifras, sino eliminar, o reducir, esa calamidad, como hizo Lula en Brasil y destacadamente hace China, los países nórdicos o Canadá, y sin romper con la economía de mercado. Si eso no se hace, pero ya, aplicando los mecanismos institucionales legalmente disponibles, el problema se desbordará, rebasando a líderes e instituciones. Bien harían los gobernantes en entender que negar la realidad no la cambia: la agrava. Finalmente, vale decir que muchos analistas que hoy se rasgan las vestiduras criticando el ridículo del INEGI, debieran con igual celo exigir medidas que reduzcan la pobreza o, al menos, guardar respeto y alguna consideración hacia quienes sincera y abnegadamente luchan día con día para combatirla, en lugar de sumarse a su linchamiento mediático como suelen hacer.

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Comentarios

Invitado

2016-08-01 23:29:18

Solo la clase política no advierte la relación que hay entre el deterioro del salario -debido a una artificiosa contención muy ligada a políticas de atracción a la inversión extranjera, desde MMH- y la falta de empleos -producto de una de las falacias de la doctrina Neoliberal, donde el Estado ahogaba a la Iniciativa Privada, y que una vez que éste liberara la economía, la IP ocuparía esos espacios (hoy se ve que ni la interna, ni la externa, son suficientes para generar esos empleos, que el natural crecimiento de la población demandando en forma creciente: hoy se ve los esfuerzos que hace el Gobierno de Obama, para mantener una demanda agregada, a partir de aumentar los salarios por decreto)- y la descomposición social -gracias a lo antes descrito y a la falta de un Estado de Derecho: que conlleva abusos de la Autoridad, corrupción, incompetencia del poder judicial, etc., etc.,...

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