
MC Ramón Larrañaga Torróntegui
Crecemos con miedo y no somos capaces en cambiar a pesar de que otras personas nos valoran y señalan la actitud que expresamos con nuestras acciones cotidianas. Vivimos en un espacio social en donde se ha creado un sistema con unas raíces tan profundas que ya es parte de nuestra realidad, y pensamos que las cosas tienen que ser así porque así han sido siempre, cuando la realidad es que si continuamos en esta situación, lo único que estamos consiguiendo es cavar nuestra propia tumba en cuanto a relaciones sociales, amorosas, de convivencia sin darnos cuenta. Importante sería contar con nuestro propio sensor cualitativo para que nos llamara la atención en el momento justo que dejamos en valorar nuestras acciones con los demás y que nos hiciera saber realmente lo que merecemos, lo que podemos aspirar, el estado en sentimientos en el que nos encontramos y poder hacer cambios para ser una persona mejor en vez de seguir dañando a los demás con nuestras actitudes en envidia, rencores, soberbia, petulancia etc.
El adquirir ciertos conocimientos nos lleva a enfrentar y saber que vivir está marcado por un tiempo que va desde nacer, crecer, reproducirse y morir. Nos lleva a saber que las relaciones nos dan placer, el sueño nos fortalece, nos dota de un placer oculto o acomoda las ideas. El alma esconde un deseo que busca esa convivencia con uno mismo, antes que con otra persona, es encontrarnos con el deseo genético con el venimos dotados a través de las generaciones. Somos parte de un paquete establecido el cual será moldeado a través de los sentimientos que logremos desarrollar y, los deseos que controlemos, así como sus escapes vergonzosos. Allí, están en cada uno de nosotros aunque nos sea difícil entenderlo o contar con un canal de comunicación que lo equilibre. Está en espera en ser soltado y, cada quien lo suelta o lo interpreta como lo entiende y como la siente.
El deseo y la envidia son hermanos que emanan y se entrelazan en la oscuridad del rincón humano menos inaccesible y que sin embargo nos tiene oprimidos y sojuzgados a una forma de comportamiento social y cultural el cual no nos deja ser y nos quiere tener perturbados, así se podría decir que estamos expuestos, a pesar de que estamos conscientes y expuestos a llevarlo a cabo como si satisfacer el placer sea lo único seguro que tenemos.
Así, la vida y la envidia en el ser humano mediante sus miedos trata de despojarse de todo eso, experimentar y encontrar en uno lo que la sociedad y el mundo no dan, esos sentimientos, esa alegría y esa sonrisa o llanto.
Toda persona tiene dentro de sí, dos principios que se conjugan y tratan en caminar equilibrados.- Principios sobre los que se asientan todas las verdades que percibe en su mundo, las cuales brotan como reflejo de su alma, su forma de analizar la vida, su armonía, ataque y defensa, su mundo interno sagrado Creencia los deseos tenebrosos, la razón, lo que lo marca como humano. En el desarrollo del apego a otra persona (Cosa), se sufre si no es nuestra, si la posee otro o si era nuestra y se perdió. No estamos preparados para soltar cuando se marcha una relación, nos estatiza, estanca y perdura en el interno el deseo que regrese al estado anterior Nuestra La envidia surge cuando deseamos poseer sin embargo existe una envidia sana que se acompaña del sentido deseo al saber que eso no hace falta (Admiración/búsqueda) nace en la valoración cualitativa/Cuantitativa comparando la situación en la que se está y la forma de pasar a conseguir lo deseado.
Existe una envidia desequilibrada la cual surge del análisis personal de la otra persona para buscar quitarle lo que se desea basado en sus debilidades, defectos Despojar o con la lengua exterminar sus virtudes.- Desear en forma insana lo que se carece y arrebatarlo.- Esta se manifiesta como un estado de insatisfacción y menosprecio por la persona. Busca apropiarse del bienestar del otro, lo menosprecia en público y goza el verlo en desdicha.
La envidia es destructiva tanto del ajeno espiritual como del uno al desear poseer a toda costa lo que considera le ha sido negado y este rencor lo guarda para que los demás no conozcan el verdadero estado en resentimiento con lo que está alimentando su espíritu. Mira la desgracia ajena y se ríe de quien la padece, nunca reconoce ni se presta para ayudar al desvalido. La bestia interna de la envidia se va engordando conforme pasan los años y llega a causar daños irreparables al espíritu.
Sin embargo va creciendo hasta que se manifiesta por si sola en el hablar, actuar, razonar, criticar, desmenuzar la vida de otra persona. La envidia es parte del deseo y brota como baja intención, la paseamos de día y de noche mientras se duerme o se está despierto, se nuestra con una cara y actúa con otra hasta llegar al estado en donde aparece y se manifiesta tal cual es.
El amor es la palabra menos apetecible para este tipo de persona, lo rebaja a una simple posesión (Sexual) sin importar que la persona poseída sufra sino que se vuelve parte de su inventario (Dueño, jactancia en posesión), esto evidencia el deseo insatisfecho que le causa placer al ver sufrir al otro, es una clara evidencia del desequilibrio entre deseo y satisfacción plena, terminando por contaminar la relación en su más bajo valor Daña sin recato.
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