
Ramón Larrañaga Torróntegui
En ciertos instantes nos sentimos mal al pensar que ¿algo? hicimos malamente a otra persona y esta congoja, no se aleja por lo que nuestro estado de ánimo no mejora.
Sabemos que no actuamos bien, que fuimos causantes de intranquilidad y esto nos lacera.
En múltiples ocasiones, lo que hicimos fue una reacción en forma instintiva sin buscar dañar pero pasamos por alto la sensibilidad de la otra persona.
En ocasiones dañamos por desconocimiento por descuido en lo que decimos o por ignorancia en lo más elemental viéndose afectada la otra persona.
Debemos saber que nuestra sensibilidad emocional es muy limitada, la percepción también por eso estamos expuestos a ser frecuentemente agresivos causando malestar en quienes conviven cerca.
Nuestra falta de cuidado termina por contagiar y eso es exactamente lo que no está bien.
Quisiéramos siempre obrar bien, sin mirar a quien pero el punto es que cada uno de nosotros contamos con una conciencia rudimentaria plagada en prejuicios Sentidos rudimentarios los cuales no alcanzan a ver en su real dimensión.
Es frecuente que nos causen malestar y que consideremos fuimos ofendidos. Esto nos aleja y produce rencor difícil en controlar.
También nos hace pensar, si la persona realmente lo que buscaba era el ofendernos o solo nos mortifico sin querer.
Máxime cuando esto viene de la persona con la que compartimos sentimientos y sabemos nos ha causado dolor o nos ha perjudicado sin siquiera estar consciente que lo hizo.
Es entonces cuando juzgamos o hablamos mal sin medir lo que decimos afectando aún más Importante es analizar antes que juzgar.
Nadie tiene la obligación en hacer lo que a nosotros nos gusta o disgusta.
Si guardamos Nos reprimimos vamos a sufrir entrando en conflicto pudiendo aclararlo para que el daño no persista Hablando se entiende.
La culpabilidad desencadena rencor y al final odio enfermizo que desemboca en castigar con la misma moneda.
Al hablar, nos presentamos con lo que deseamos sean los demás y nos conformamos cuando uno de ellos coincide con nuestras ideas, es decir los equivalentes para que no se nos complique la vida y que se identifique con las necesidades primarias de uno.
Buscar el bienestar o la felicidad va más allá de los sentidos y tiene mucho que ver en él ¿Cómo? condicionamos a la otra persona. Más pronto que tarde, terminamos en chocar de frente.
Vivimos entre el bienestar y el malestar de lo que no, nos gusta que otro haga, tratando en explicar con argumentos no validos o simplistas en busca de compresión en lo que pensamos y no en lo que el otro plantea.
No es fácil tener conciencia o ser correcto, para que la otra persona valore y califique que obramos bien sin mirar a quien.
Se falla y mucho pero aún así se avanza cuando se atiende en las emociones.
En realidad, estamos conscientes si lo que hacemos ¿Está bien o mal? y no estamos conformes con hacer las cosas en diferente manera dado que nos conocemos y sabemos lo que nos gusta y no.
Hacemos las cosas que consideramos correctas y nos producen tranquilidad, o buenos dividendos. Es claro que nos demandan que hagamos ajustes, es cuando empiezan los choques o las aclaraciones innecesarias entre lo que dijimos o hicimos lo Correcto/Incorrecto ¿Para quién?
Hacernos una buena acción y no falta que encontremos una crítica. Para nosotros fue lo máximo, sin embargo para la otra persona quedamos en ridículo, sabedores que no merecemos ese trato y que de nada sirvió la buena acción.
Vamos creciendo con un espíritu lleno de buenas intenciones. Hacemos esfuerzos para que no se tuerza en el camino, pero de buenas a primeras y sin darnos cuenta algo hacemos mal o simplemente nos sale mal planeado o no le pareció a otra persona que nos califica de mala persona.
Es allí donde comienzan los problemas.
En primer lugar a todos nos gusta ser escuchados, nos gusta encontrar los argumentos adecuados, enseñar a los demás lo que pensamos de la vida y las cosas. Valorar lo bien hecho o mal en todos los ámbitos, pero no debemos olvidar que a nadie le gusta ser cuestionado.
Irónicamente, siempre andamos en busca de lo que ya tenemos de allí que terminemos decepcionados, desilusionados, frustrados.
El ego Jamás está satisfecho, siempre quiere más y más.
Olvidamos que venimos al mundo a vivir y pasamos metidos en conflictos que en la mayoría de las ocasiones son intrascendentes, pero nos perturban en la estabilidad emocional.
No es fácil el saber ¿Qué quiero? Mucho menos aprender a conservar lo que ya tengo pensando que el bienestar está en otra persona y no en la que realmente me quiere. Las quejas son frecuentes, el egoísmo está presente, la envidia no tiene límites oscurando la abundancia presente.
Quejarnos no es la solución, sobre todo sabiendo que estamos cegados por ilusiones inexistentes deseando estén presentes.
Es menester dejar que las personas que convivan con nosotros también avancen, espiritualmente Nadie es dueño de la verdad El estar en el bien o en el mal es cuestión de Consciencia espiritual Lo más sagrado en una convivencia es el amor, amistad, respeto, humildad, tolerancia, desapego, compasión, servicio, agradecimiento.
No debemos ser tan rigurosos con las personas Nadie lleva el mismo costal Para unas es más fácil que para otras.
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