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Filosofía Marismeña

México ¡creo en ti!

MDH Ramón Larrañaga Torróntegui

Martes, 31 de Enero del 2017. 1:49:08 pm

Letra más grande

La historia se escribió sobre el engaño romántico. Necesitamos un nuevo enfoque en el estudio de la historia para descubrir las situaciones en donde ?Jamás? fuimos más allá de lo esperado. Los nuevos historiadores no deben basar sus escritos sobre lo que el estado desea sea difundido ?No es la verdad?, Hay que tener el poder de contrarrestar a los que engañaron y los que continúan falsificando los hechos.

Desde que tengo uso de razón, la escuela primaria y Secundaria, han insistido en la necesidad de que los niños conozcan el significado de las fiestas patrias, sus días, sus personajes. Millones de niños aprendieron a recitar y leer las efemérides sin saber realmente lo que están leyendo, mucho menos quienes los escuchan sabe que es lo que se festeja.

Me pregunto ¿Cuál es el real compromiso para edificar nuestra patria? Si, somos mucho más que fechas o muertos ¿En que nos enorgullecemos? ¿Para qué exaltemos a los muertos a la séptima potencia como si ellos definieron el ideario nacional? La nación mexicana, es más que recuerdos de batallas o muertos.

Los mexicanos hemos desarrollado una rara costumbre: celebramos y festejamos las fechas de las muertes de los personajes más destacados de la historia nacional. Nos volvimos expertos en desarrollar un calendario ?Plagado en muertos a festejar? Anteriormente se hacían las pausas para festejar al prócer, ahora le llamamos puente largo, fin de semana largo, día feriado, se cambian, se ajustan y se adaptan fechas en función de las necesidades del negocio turístico, es decir de la economía. Entonces, el homenajeado dejó lugar a los bacanales. Hoy se habla de la cantidad de turistas que llegan a los puertos, cuántos kilos de pescado degluten y los miles de pesos que dejan.

Así, la manipulación de estas fechas no es otra cosa que la profanación de las memorias de quienes se pretendía recordar y por si esto fuera poco, los próceres tienen la desgracia de ver manipulados sus cadáveres. Sobre Porfirio Díaz, mucho se habló y escribió acerca de la repatriación de sus restos. La cultura en venerar muertos no resistió a la tentación de intentar manipular sus restos, pero este personaje seguirá esperando en un cementerio en Paris Francia. Sí, claro, hay otros países en donde sus ciudadanos, que muestran el amor por sí mismos de maneras más decididas y más claras. Es verdad.

Pero es que nosotros no tenemos esa capacidad de querer, tenemos una tendencia a atragantarnos con nuestro deseo, de manera de tomar en cuenta muchas posibles formas en frustrarnos y somos tan masoquistas que nos gusta sentir que la frustración es un mérito, que no es culpa nuestra sino de ellos, de los cuales debemos liberarnos cada tres años o seis. Nos desatendemos y dejamos en pensar que México, no es el pasado romántico que nos han hecho creer, sino que es un vacío histórico con vida concreta en abusos por unos cuantos que continuaran jugando ante la nula respuesta de la población en general.

Existe la posibilidad en desencantarse, una vez más, y se recibe con gusto, porque no es del todo elegante ni correcto perder una ocasión de drenar impotencia, frustración, de lucir desencanto y de ponerse un poco triste. Me refiero a que las fechas patrias se han transformado en insignificantes o a las que se percibe como valiosa ?un día libre para el descanso o el turismo?. No tenemos conciencia de nada, no apreciamos la historia, nos hemos desgajado del importante sentido presente en la celebración del día de nuestra independencia o revolución, somos unos frívolos que prefieren un día libre a la conexión intensa con la voz nacionalista.

Patria es lo que estamos haciendo por ella hoy, los valores comunes que protegemos y la identidad que conformamos con cada acción individual y colectiva hacia el progreso. ¿Qué nos quedó del pasado? Nuestras acciones correctas, honorables, integras sin rendirnos en mezquinos intereses, en cada acto dónde como ciudadano común, gobernante o político negociamos o transamos a costa de ella y no por ella, nos traicionamos como patriotas y la traicionamos a ella como patria.

El amor a México y el ser mexicano es el sentido que le damos a nuestro trabajo, esfuerzo y dedicación, a su existencia y a nuestra existencia en ella, no sólo es irritarnos cuando se nos hace ver de lo que adolecemos, sino como dejar la carencia de aquello que efectivamente comprobamos que nos hace falta para ser un mejor país, con el respeto que practicamos hacia el resto de nuestros compatriotas.

Pasamos del nacionalismo al fingimiento que sirve de pretexto solo para celebrar o hacer negocio. Por ejemplo: la valoración de la independencia. Es justa, evaluada como momento histórico la independencia fue un momento crucial, un paso hacia la constitución del espacio humano que hoy llamamos república mexicana. Pero tal valor no puede ser trasplantado sencillamente como valor a nuestra realidad actual, en la que sería mucho más adecuado lograr entender los modos y necesidades de la interdependencia.

Hoy en día buscar independencia es equivalente a desconocer la realidad. ¿Y existe realmente esa valoración descaminada de la independencia en nuestro presente? La hay: el gobierno constantemente plantea escenarios en donde las relaciones con los otros (países, entidades administrativas, empresas) son planteadas apelando a ese sentido caduco y contraproducente. Sus actitudes, compartidas por muchos, hacen gala de un desplante ilógico, como si se tratara de ponerle límite a algo y no de hacer crecer nuestra sociedad.

Pero también cuenta el modo auténtico de nuestros sentimientos, de manera que más que lamentar la ausencia de la noción de patria en nosotros haríamos mejor en tratar de entender de qué manera el país se nos vuelve significativo y necesario, para dar una versión realista y productiva, que represente nuestra realidad y nuestras necesidades actuales. ¿Por qué no pensar que la patria es precisamente aquello de lo que se disfruta en un día libre? ¿Por qué creer que es el semblante grave y el gesto adusto el que corresponde, por qué acudir a lo solemne, como si la emoción real no fuera suficiente o verdadera? ¿Qué necesidad hay de forzar las cosas, en vez de entenderlas y potenciarlas?

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