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Articulo de Opinión

El Lago de Chapala, La Ribera de la muerte

Minerva Flores Torres

Viernes, 5 de Mayo del 2017. 6:10:47 pm

Letra más grande

El bajo nivel socioeconómico no es lo único que asfixia a habitantes de Poncitlán, Jalisco; en el septentrión este del Lago de Chapala, de Mezcala a Chalpicote, el hambre asuela en los hogares ribereños y las enfermedades azotan a los jaliscienses más necesitados.

Los adictos que no han nacido
Las mesas con charales o mojarras, carpas o sardinas, bagres o pescado blanco, tortillas de maíz hechas a mano, frijoles, arroz y verduras, que antaño ocupaban un lugar en las cocinas de las familias ribereñas del lago, ya no se ven más; ni a la mamá ni al papá ni a los niños todos juntos sentados a la mesa.

La mañana de un jueves, Micaela R. y su esposo Juan T., de San Pedro Itzicán, tuvieron la fortuna de desayunar y de comer, en este hogar los adultos ingieren únicamente dos de las tres comidas principales y los niños dos de las cinco recomendadas por los pediatras, el desayuno de los mayores en la casa de Micaela R. y Juan T. se sirve a las 11 de la mañana, tres horas después del horario recomendado por los nutriólogos; la comida, a las seis de la tarde, cuatro horas después.

Ellos no lo saben, pero los especialistas recomiendan comer a sus horas: una después de despertarse y no pasar más de cuatro horas sin comer, pues de lo contrario haces más hambre, metabólicamente acumulas grasa, los receptores se vuelven flojos, no captan la energía y ésta regresa a la sangre en forma de triglicéridos, colesterol, provocando un sinfín de enfermedades, primero comen los varones adultos y los niños, y posteriormente las mujeres. La cena tiene más de 50 años que desapareció para todos los integrantes de esta y de todas las familias de la ribera.

Los más pequeños salen apresurados de sus casas, de lunes a viernes, para llegar a tiempo a la escuela. De 8:10 a 12:45 tienen la posibilidad de comprar en la escuela un desayuno (frijoles, arroz o lentejas) por seis pesos; la decisión final queda al arbitrio de los menores. Nadie los vigila, ellos deciden qué hacer con su dinero: desayuno o golosinas de hielo o ?duros? (dulces); normalmente optan por las segundas.

El desayuno y el ritual de comer en familia han perdido todo su encanto en los menores. Cuando llegaron a probar alimentos temprano su estómago los recibió mal y nunca volvieron a repetir la experiencia.

Disfrutan la decisión de gastar sus seis pesos y regresar a desayunar (almorzar) a casa. En la casa de sus abuelos, donde también habita su madre (quien además de hijos pequeños también tiene nietos de la misma edad que sus niños menores), solo hay dos comidas, y ellos los saben.

El desayuno consiste normalmente en pescado o charales fritos con nopales, tortillas a mano y salsa, a veces turnan el pescado con sopa de chayote; su comida habitual consiste en nopales y frijoles y de vez en cuando compran carne o alguna pasta. Beben agua simple, la leche o el refresco en casa solo se ingieren esporádicamente, los niños disfrutan del pescado (que no siempre hay) y aborrecen los charales, prefieren sus duros, galletas, refrescos o sabritas, denominados comúnmente chatarra.

?A las siete u ocho de la mañana los menores entran corriendo a la tienda: ?quiero unas sabritas, deme unas sabritas??, y los fines de semana: ?un durito con mucho chile?, cuenta a buzos la tendera Herlinda M. de la comunidad La Peña.

Las madres de antaño, hoy jóvenes abuelas, se levantaban a dar de desayunar, a preparar el lonche, torteaban la masa y cocían frijoles, pero ahora ya no da tiempo, las mamás salen a trabajar fuera de la comunidad y las abuelas le dan su peso (dinero para pagar el desayuno escolar) a los niños y no saben si desayunan o no ni qué es lo que comen, -¿Cada cuánto comen carne? ?le pregunto a la señora Ana S. de Chalpicote.

?No comemos carne, con qué vamos a comprar. Los niños ni están acostumbrados (si los grandes no comemos, ellos tampoco). No han visto un caldo de pescado en la mesa; frijoles y nopales, sí.

?¿Han probado la carne de cerdo?
?Nunca.

No es que no se acostumbre la cena; es que ya no alcanza para la cena. ?Procuro, cada que puedo, darle de comer huevos a mis niños, pero si se les enfrían ya no los quieren, terminan consumiendo galletas; casi no les gustan las verduras, se olvidan de la comida y se ponen a jugar?, cuenta una mamá de 23 años de La Cuesta, sobre sus niños de ocho y siete años de edad.

Y su madre agrega: ?antes tomábamos agua de la laguna, lavábamos ropa y trastes, regábamos el chayote, pero ahora apenas sirve para regar, tenemos que comprar agua, porque la pipa municipal no pasa continuamente?.

La comida variada no es una constante. Así comen grandes y chicos todos los días. Los tres grupos de alimentos para cada ingesta sugeridos por los nutriólogos (frutas y verduras, cereales y lácteos, carnes y leguminosas) aquí no existen porque no hay dinero para adquirirlos.

Lo que ocurre en estos hogares de San Pedro Itzicán, La Cuesta y La Peña lo viven diariamente las miles de familias de la ribera, cada uno inventa su menú con los escasos ingredientes que llega a tener. Casi siempre son los mismos del día anterior. Cuando no hay más que consumir, comen tortillas con sal o simplemente no lo hacen, ?La gente pide fiado al tendero y no le paga, luego va con otro y hace lo mismo, hasta dejar de ser cliente. De lo que se trata es de comer?, comparte la señora Romina F., de La Peña, quien confiesa que pide fiado pero que siempre paga.

Los alimentos procesados, los azúcares, las grasas y la sal pueden causar adicción grave o similar a la dependencia a las drogas, pues su consumo altera la función cerebral y el comportamiento, concluyó la doctora Nicole Avena y su equipo de colaboradores de la Universidad de Florida.

La comida chatarra no entra en ningún grupo, es alimento con calorías vacías; es decir, proporciona energía pero no contiene ninguna vitamina. Solo acumulas grasa, provocan cansancio, estreñimiento, depresión y muchas enfermedades más, dijo a buzos la nutrióloga Diana Rodríguez Vera, especialista en nutrición ortomolecular de la Universidad Iberoamericana, quien además advirtió que la mayoría de las enfermedades crónicas se desencadenan por comer muchas calorías vacías o por no comer lo suficiente.

Los ribereños de la costa oriental ingieren principalmente frijol, maíz, pescado, chayote y comida chatarra; esta última es la que más llena a la gente, pero la que más daño le causa.

De los 950 habitantes que tiene Agua Caliente 690 (72.6 por ciento) consumen una dieta insuficiente en calorías y 703 (74 por ciento) tienen una dieta baja en proteínas. Más de la mitad de sus habitantes padecen desnutrición crónica 608 (64 por ciento): 418 (44 por ciento) están en alerta de talla baja, 127 (13.3 por ciento) tiene talla baja y 63 (6.7 por ciento), muy baja talla.

Padecen desnutrición aguda 367 (39 por ciento): 304 (32 por ciento) están en alerta de bajo peso, 50 (5.3 por ciento) tienen bajo peso y 12 (1.3 por ciento), muy bajo peso?, de acuerdo con el último reporte del equipo multidisciplinario de la Universidad de Guadalajara (UdeG) que investiga sobre la enfermedad renal en dicha población y que coordina el pediatra, maestro en Salud Pública y doctor en Cooperación y Desarrollo Social, Felipe Lozano Kansen.

Los alimentos que ofrecen en las escuelas distan de mucho de ser el desayuno que los padres imaginan que reciben sus hijos al enviarlos sin comer; los maestros son claros: ?se trata de un refrigerio, nada más. No es lo que recomiendan los nutriólogos para los menores de edad?.

En el preescolar de Chalpicote, el menú semanal comprende lo que debería ingerir un menor en un solo día: lunes, fruta; martes, verdura; miércoles, productos lácteos (cereal o yogurt); jueves, tacos, y el viernes, libre.

Los doctores coinciden inevitablemente en el diagnóstico: la alimentación de los habitantes de la ribera es deficiente y desequilibrada, hay desnutrición, malnutrición (desnutrición y obesidad al mismo tiempo), son altamente propensos a la obesidad y a las enfermedades derivadas de ella: diabetes, hipertensión, síndrome metabólico, las cuales antes eran solo frecuentes en adultos y ahora en niños menores de cinco años.

Otra consecuencia de esta alimentación inadecuada es que los niños ?no se concentran, padecen enfermedades crónico-degenerativas que pueden llegar a insuficiencia renal a edad temprana, mala calidad de vida y reducidas esperanzas de vida. Las posibilidades de desarrollarse en los diferentes ámbitos es menor porque los costos que trae una enfermedad son altos y las implicaciones psicológicas vuelven distinta la convivencia?, aseguró Rodríguez Vera.

Sin embargo, las enfermedades no son el último eslabón de esta cadena, las generaciones que no han nacido están ?genéticamente pre-programadas para ser adictas a la comida chatarra, al haber modificaciones del ADN enzimático que interrumpen los programas de genes neuronales y apoyan la conducta adictiva de las generaciones actuales?, describe la investigación de los neurocientíficos de la Universidad de Florida.

La marginación, la pobreza y el hambre no son los únicos distintivos de la ruta oriental del Lago de Chapala (Mezcala-La Cuesta-La Peña-San Pedro Itzicán-Agua Caliente-Chalpicote; la insalubridad grita a cada paso y en cada rincón de esta tierra a la que recientemente un puñado de mexicanos ha puesto la mirada seriamente para cambiar su frágil e insostenible realidad.

La muerte acecha
¿Qué harías si te pica un alacrán y mueres porque en la Casa de Salud más próxima a tu hogar no hubo algo que mitigara tu dolor? ¿Qué harías si tu hermana está a punto de aliviarse y el Centro de Salud de tu comunidad está cerrado porque hoy no trabajaban los médicos y tiene que aliviarse en el camino?

¿Qué harías si tienes una emergencia médica y en tu localidad no existe transporte público que te traslade al hospital más cercano, ubicado a 30 minutos de tu casa? ¿Qué harías si en tu comunidad decenas de menores padecen daño renal, algunos han muerto y no saben qué es lo que se los provoca a tan temprana edad?

La angustia e impotencia de no tener más opción que dejarse morir lentamente o pedir prestados unos pesos y correr burlando a la muerte que acecha constantemente, es la respuesta de los ribereños del Lago de Chapala, quienes a diario inventan nuevas formas para ir sorteándola.

Mariela J. aprendió a asistir partos desde muy joven viendo a su madre y asistiéndola como comadrona de las mujeres de La Cuesta, Poncitlán. Pasados unos años, se capacitó como enfermera en Guadalajara, Jalisco, hasta que decidió no hacerlo más.

Actualmente, cada martes y jueves, con puntualidad inglesa, de nueve de la mañana a tres de la tarde, abre y cierra la puerta de la excasona que su abuelo donó a la comunidad como Casa de Salud.

La casa, pintada de blanco hace mucho tiempo, posee cuatro cuartos dividido por un amplio patio. La humedad ha hecho estragos, la pintura de las paredes ya no resiste y se asoman piedras mohosas y verdes.

Solo dos veces por semana acude un doctor cuyo ?kit de emergencia? está compuesto de una botella de alcohol y un paquete de algodón que Mariela J. tuvo a bien comprar la última ocasión. Eventualmente tiene suero antialacrán, pero cuando buzos visitó la Casa tenía meses que no lo habían surtido.

El galeno solo asiste enfermedades comunes: gripa, diarrea, picaduras de alacrán; en cuanto concluye sus 10 horas de trabajo semanales, las puertas de la Casa, que permanecen cerradas aproximadamente seis y medio días de la semana, vuelven a clausurarse.

El que tenga un padecimiento grave deberá alquilar un coche y trasladarse al municipio de Ocotlán (aproximadamente a 40 minutos) o al Hospital General de La Barca, Jalisco, a una hora 10 minutos.

?Hace falta mucho, quisiéramos ver algo en un futuro; me voy a morir y no voy a ver nada?, reitera Micaela, quien desde el principio de la conversación insistía en que no se quería morir sin ver algún progreso en La Cuesta.

Pero si La Cuesta tiene una Casa de Salud, La Peña no tiene ningún inmueble parecido para atender alguna enfermedad común de sus 438 habitantes, quienes en pleno siglo XXI han muerto de diarrea o picadura de alacrán.

Los hogares de La Peña albergan a niños moribundos enfermos del riñón y la pobreza ha cobrado la vida de más de uno; detectarles el daño no sirve de nada a sus padres porque no tienen dinero para combatirlo.

El establecimiento sanitario para la población más grande de la ribera (cinco mil cinco habitantes), San Pedro Itzicán, es un Centro de Salud. De acuerdo con la norma oficial debe atender padecimientos que no requieran hospitalización, enfermedades frecuentes de la región, urgencias y vigilar el comportamiento de las enfermedades en el área de responsabilidad en el centro de manera gratuita.

Solo 25 personas enfermas pueden ser las afortunadas para recibir atención cada día. El que no alcanza ficha debe volver al día siguiente antes de las cinco de la mañana para alcanzar lugar y ser atendido.

Aquí no importa si eres menor de edad o adulto, si no alcanzaste ficha no puedes ser atendido, y así es todos los días, todas las semanas, todo el año.

En este Centro de Salud pierde todo su significado la palabra ?urgencias?, aunque eventualmente atienden partos; el enfermo que llegue en esta condición debe esperar a que pasen las personas que alcanzaron lugar, o llevárselo a la cabecera municipal o a La Barca, y gastar el triple: viaje, consulta y medicamentos.

Si te picó un alacrán, aunque debes ser auxiliado inmediatamente y recibir el suero antialacrán de manera gratuita, el personal mercadea con el enfermo y su necesidad.

Si la picadura fue en la mañana, el precio del suero oscila entre los 100 y los 150 pesos; si fue por la noche cuesta de 200 a 300 pesos. Si no, como ocurre con cualquier otra enfermedad, deberás sacar a tu paciente de la comunidad, dejar que se muera o aplicar remedios caseros ?cloro, leche o agua natural? que a veces no funcionan.

Pero no solo se lucra con el suero. Si un menor no recibió las vacunas a tiempo, ya no las recibirá de manera gratuita y sus padres deberán pagar por ellas. El personal de la farmacia argumenta que los medicamentos se terminaron o se caducaron, y que los venden porque deben recuperar lo que invirtieron para surtirlos.

En San Pedro, como en La Peña y La Cuesta, no existe un censo oficial sobre el número de enfermos renales; pero los pobladores han llegado a contabilizar hasta el momento más de 350 personas ?niños principalmente? con insuficiencia renal, seguidos de los diabéticos.

Unos a otros se piden prestado para sacar a sus enfermos o se atienen al fatal desenlace.

Aunque los poncitlenses tuvieran mejor poder adquisitivo para cuidar su salud y no morir, la oferta médica pública y privada en el municipio es muy limitada. De los 125 municipios de la entidad, Poncitlán es el veinteavo más poblado de Jalisco con 51 mil 944 personas.

En el cabecera solamente hay dos establecimientos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que ofrecen consulta externa; un edifico del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado que también ofrece consultas externas y un consultorio de medicina familiar; un local del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) que ofrece asistencia social y solamente una clínica particular de especialidades médicas.

Para los que no son derechohabientes y están afiliados al Seguro Popular hay seis casas de la salud, ocho centros de salud y una unidad móvil; de las primeras una en La Cuesta y otra en Agua Caliente; de los segundos, en Mezcala y en San Pedro Itzicán, para atender a 36 mil 59 usuarios del servicio médico, de acuerdo con datos de 2015 del Instituto de Información, Estadística y Geografía de Jalisco (IIEG).

El número de médicos y enfermeros por cada mil habitantes en nuestro país es el más bajo de todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): de 3.2 médicos por cada mil personas, México tiene 2.2; y de cada 8.8 enfermeras por cada mil, nuestro país tiene 2.6. Además, México tiene la esperanza de vida más baja de los 34 países de la organización, que es de 80.2.

Poncitlán, Jalisco, tiene 3.7 doctores por unidad médica, y 0.825 doctores por cada mil habitantes; es decir, la SSA estatal no garantiza ni un galeno por cada millar de poncitlenses, de acuerdo con las estadísticas más actuales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), aun cuando más de la mitad de todo el gasto en salud pública en México es pagado directamente por los pacientes.

En Chalpicote, la Casa de Salud abre de 10 de la mañana a tres de la tarde dos veces por semana, lo que equivale a una jornada y media de trabajo, menos de un día entero; es decir, seis de los siete días de la semana está cerrada.

La instalación es más pequeña que la de La Cuesta, pues apenas dispone de un cuarto de tres por seis metros que también funge como farmacia.

En esta tierra olvidada hasta de Dios tampoco transita un transporte público, las embarazadas deben buscar con antelación una camioneta por 200 pesos que las lleve al centro del municipio o aliviarse en el camino.

Aquí todavía la gente muere por el pinchazo ponzoñoso de alacrán y no puede conseguir el tratamiento seroterápico, siendo México el país inventor del suero antialacránico.

Ana S. perdió un hijo por picadura de alacrán y otro por diarrea, aunque para ella ?uno vive y muere por la voluntad de Dios?. Y aunque ha tenido que enterrar a dos de sus 12 hijos, ve crecer a una de sus nietas con retraso mental y a otra con Síndrome de Down.

En casa de su vecina crece otra niña con el mismo síndrome, excluida de todo y escondida junto con su madre en un cuarto oscuro, del que apenas salen para comer.

Casas más adelante, casi llegando a Agua Caliente, una mujer, cuya vivienda tiene una de las vistas más hermosas del Lago de Chapala y la sierra, permanece postrada desde hace 10 años con temblores incontenibles que a veces la han llevado a caerse de la cama y a aguantar en el piso hasta que alguien se percata de lo sucedido.

Quienes la conocieron la recuerdan vigorosa y sana. No deja de mover su cuerpo, como si tuviera escalofrío todo el tiempo. Ha perdido toda la fuerza para sostenerse en pie. Un nervio cerebral se le averió y los doctores de Guadalajara no han acertado a decirle por qué le ocurrió. Es joven y aún está lúcida, tiene la piel pegada a los huesos y parece una niña delgada; ella misma platica su calvario sin perder la fe en que alguien, no sabe quién, pueda ayudarla.

Sus hijos han crecido y han tenido que valerse por ellos mismos. Está completamente sola. Un matrimonio vecino suele socorrerla cuando tiene tiempo.

El esposo la sostiene y su mujer le da de comer en la boca y a veces la baña.

La operación está detenida, el Seguro Popular no contempla su enfermedad y le han dicho que en cuanto deposite 350 mil pesos la operarán.

Su mal figura entre las más de 70 enfermedades o deformaciones registradas en la ribera por el Hospital General de Occidente.

De acuerdo con el último censo de enfermos renales del IMSS, Jalisco es el estado con mayor número de pacientes con algún daño renal de toda la república. No existe una estadística completa de todos los ribereños con algún padecimiento grave, menos aún políticas serias para atenderlos.

En esta comunidad, los enfermos con algún grado de insuficiencia renal se multiplican y agravan. Primero el cuerpo comienza a hinchárseles, luego las manos y los pies pierden toda su fuerza. El 16 de enero murió Sonia, una niña de seis años de edad, por insuficiencia renal.

Pedro T. tiene un hijo con daño renal y recientemente le donó un riñón; su hermana perdió a un niño y a una niña por la misma causa, y le sobreviven dos con riñones trasplantados.

El hijo de Pedro T., casado y con cuatro hijos, vive gracias a que estaba asegurado y a su disciplina. El IMSS lo ha surtido semanalmente de la mayoría de los medicamentos y no le cobró la operación; sin embargo, hasta la fecha ha gastado más de 400 mil pesos en medicamentos y traslados a los hospitales de Guadalajara y Tlajomulco, sin contar el pago de servicios ni de manutención de sus hijos y esposa.

Si hubiera pagado todos sus medicamentos, al día de hoy hubiera invertido más de dos millones 600 mil pesos, sin contar la operación, cuyo precio varía dependiendo del hospital que la realiza; el monto oscila entre los 35 mil y el millón de pesos; más el carísimo medicamente que deben tomar de por vida.

Apenas detectada la enfermedad, tuvo que decidir entre si se le practicaba la diálisis o la hemodiálisis, escogió la primera opción. Le fue introducido un catéter (una manguerita a la altura del abdomen) que hace la función del riñón y limpia la sangre mediante una solución que debe inyectarse cada cuatro horas, al mismo tiempo que otra manguera va extrayendo la sangre contaminada.

El régimen alimenticio y el aseo personal son sumamente estrictos. Debe tomar la dosis exacta de agua, de lo contrario se acumula en los pulmones. Pero el único que lo sabe es el propio organismo. Con el tiempo aprendió a conocer a su cuerpo y a tomar las porciones exactas para llegar con éxito a ser candidato a trasplante de riñón.

Después de tres años y medio y uno de preparación, el día en que murió Sonia fue operado exitosamente y se recupera en su pequeña comunidad, pues no pudo rentar un cuarto o una casa en Guadalajara durante los tres meses postoperatorios.

Con los riesgos que implica debe salir por el accidentado camino hacia Poncitlán y después tomar el autobús hacia la capital.

?¿Y cómo le hace si no tiene dinero?

?Pidiendo prestado, de 20, 30 pesos, lo que sea. No me han cobrado, a lo mejor ya me los perdonaron o me los van a cobrar cuando esté recuperado. Mis hermanos le compran algunas cosas a mis hijos o ven por sus necesidades cuando pueden.

?Tener un niño enfermo de los riñones sale una fortuna. Si no me ayudara el seguro no lo hubiera logrado porque el trasplante de riñón no está contemplado en el Seguro Popular. Los pobres son los que no se pueden curar y son los que mueren, comparte su padre, el señor Pedro T.

Hasta el momento, solo una comunidad ribereña ha sido sometida a estudios sistemáticos y se puede afirmar científicamente que la mitad de su población padece daño renal desde hace meses o años y ha sufrido los estragos de la marginación y la pobreza.

Entre los factores ?iniciadores de daño renal? se encontró que 45 por ciento de sus preescolares tiene parasitosis (enfermedad producida por parásitos); 84 por ciento tiene problemas de neurodesarrollo: 37 por ciento tiene rezago en el área motriz gruesa o fina, del lenguaje o del conocimiento, y 47 por ciento está en riesgo de retraso del desarrollo; habitantes de distintas edades desecharon plaguicidas en su orina, además de metales como plomo, mercurio y molibdeno, y en los dos muestreos realizados en las viviendas se halló alta concentración de tugsteno, osmio, aluminio, hierro, telurio y belurio.

En Agua Caliente, 544 personas (de las 950) participaron con dos, tres o cuatro muestras de orina, de lo que resultó que 50 por ciento de la muestra, principalmente niños de cinco a nueve años de edad tiene daño renal temprano y 59 por ciento tiene muy lento crecimiento de su cerebro (7.4 por ciento), crecimiento lento (22.2 por ciento) y 30 por ciento, alerta de lento crecimiento.

Las defunciones en los últimos ocho meses son de mujeres, niñas, y los enfermos renales crónicos son ocho mujeres de cada 10.

Cifras todas de la investigación en proceso de la UdeG y su Centro Universitario de Ciencias de la Salud que coordina Lozano Kansen, también perito por un juzgado federal para evaluar muestras de agua, quien descartó con evidencias científicas que el agua de los pozos de la zona sea la causante de la enfermedad de los pobladores, quienes, sin embargo, atribuyen exclusivamente a aquella los problemas de la insuficiencia renal que muchos de ellos padecen.

La comunidad enferma del riñón no es la única que le da identidad a la ribera, los alcohólicos también forman parte de este amplio grupo de necesitados.

Los niños, dedicados a la vagancia y dejados a la deriva durante el día, la semana o los meses por sus padres ?conviven en la calles con puercos y reses sueltas que los han llegado a enfermar de teniasis? pronto se ven atraídos por el vicio, se convierten en vándalos, borrachos y mueren a temprana edad.

Es común ver por las calles a menores drogándose, bebiendo o causando desmanes. El promedio de vida de los ribereños es de 40 años, cuando la esperanza de vida de los jaliscienses es de 75.5 años, apenas un año menos que los de Nuevo León, quienes tienen el promedio más alto del país con 76.4 por ciento.

?Hay una multitud de problemas puestos en la canasta, uno de ellos es la pésima condición económica. Todo esto es abandono, exclusión social. La población está desnutrida, cualquier enfermedad que le caiga encima le da, lo que le provoca daño cerebral, retraso cognitivo, y tiene menos posibilidades de enfrentar este mundo. La menos peligrosa sería la enfermedad renal?, asegura el doctor Felipe Lozano, quien le ha dado seguimiento al problema desde hace dos años.

?¿Quién es el responsable de esta situación?

El secretario de Salud de Jalisco, el secretario General de Poncitlán, académicos y pobladores responden en la siguiente entrega.


Publicado en la revista Buzos de la Noticia

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