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Filosofía marismeña

Travesuras de amor

Ramón Larrañaga Torróntegui

Martes, 23 de Mayo del 2017. 1:41:41 pm

Letra más grande

El juego del amor es largo, se juega a ganar y se sale trasquilado como en ningún otro juego. Ya en posición de persona madura nos damos cuenta de este juego, las crianza de los hijos, lo que queríamos y el mundo que construimos. El antiguo juego lo convertimos en realidad, lo diseñamos a nuestro entender y arrastramos las ideas escondiendo en lo profundo el recuerdo aquel para que nadie logre asomarse. Este es nuestro mundo, en lo que nos convertimos, la manera en la que teníamos pensando, los sentimientos que comprometimos y el lienzo que terminamos en pintar para que la vida, el amor nos siga importando.

> Todos tenemos un ayer que callamos, una caja de resonancia interior que guarda los recibos no pagados o pendientes por abonar.- Atrás existe un nombre oculto, una persona dejada en el camino que en su momento significo mucho y hasta necesaria pero que por alguna razón nos despojamos de su presencia y aún mantenemos los fragmentos incrustados en la esencia del alma.- Todos, he dicho, no solamente yo ¿Quién lo niegue? ¡Miente!.

La lujuria es desliz y el amor no es lujuria aunque ambos nos lleven a cometer locuras, incluso jurar que amamos como si la lujuria fuera absoluta o compatible con el amor. Por supuesto que se relacionan y en su momento de apremio se confunden pero en realidad son dos acciones distintas, enredadas entre enamoramiento, lujuria pasional y amor. Al estar revueltas o juntas nos vuelven locos, inestables, celosos.

La persona se casa y oficialmente encierra con doble llave su pasado, ¡Ya no puede tocarse abiertamente! sin el riesgo de molestar a la pareja con la que se contrae el compromiso. No se puede callar que todos nos enamoramos de la niña (o) en primaria, la joven en secundaria, la muchacha en bachillerato o profesional y de cada una nos queda marcado un recuerdo, un aprendizaje. Hay que reconocer que con ?Ellas? vamos de la gloria al infierno, de la lujuria al respeto, del fuego a las cenizas, del amor sencillo al verdadero, del agarrarle la mano con ese miedo de principiante al compromiso de la relación.

El fuego, sus dramas, molestias, agarres son parte de esa ecuación cuya matriz no quiere aterrizar en las emociones que bajan y se apoderan de los instintos generadores de intranquilidad. Al paso de los años el recuerdo vuelve (Situaciones, instantes vividos), nos lleva a razonar en silencio lo que dejamos atrás, ¿Si es conveniente el mencionarlo? e incluso valorar si existió amor, deseo carnal o atracción amorosa. Ese encanto se guarda en el silencio del alma y obliga a callar aunque pensemos en situaciones anteriores. ¿Podríamos estar recordando con lujuria, al no lograr el cometido? O estábamos enredados en el amor pero éramos inestables, inmaduros, locos, celosos. ¡Quién no mira atrás, no ha vivido! El mirar intimida, sonroja, sella la boca para callar esos instantes, amores o lujurias.

Cuando joven vemos a la primera, segunda, tercera novia (o) hermosa de pies a cabeza, sin defectos, nos quedamos con la boca abierta en solo verla sonreír saboreando que esté con nosotros, nos toque, platique, bese, nos cante por la noche (Si, le llevabas serenata, hasta los sapos se veían divinos).- Fantasía, ilusión, enamoramiento. Se buscaba las similitudes, pensábamos en el futuro a su lado y asegurábamos que era lo que más queríamos en el mundo mientras la (o) besábamos "Nadie nos querría como ella" Eran ilusiones, fantasías que volaban sin freno y que al paso de los años terminamos en realidad.

Ella nos quería, nosotros más que ella, lo único que nos hacía felices estaba en estar cerca, agarrados de mano (Mano sudada), el sexo no estaba permitido, solo hablar, charlar, pasar el rato, ir a misa acompañándola, ir al cine y en la oscuridad darle besos.- Si, el galán de la película besaba a la artista nosotros como badajo de campana lo repetíamos (Con chicle, lengua).

Llegaba el final de la película y cada quien para su casa, eso significaba que la relación se mantenía en la oscuridad del cine sobre todo cuando se tenía poco tiempo de noviazgo pero la verdad el amor y la lujuria se hacían presentes haciéndonos volver al cine en busca de una intimidad silenciosa. Le tomabas la mano y el cuerpo se reconfortaba de placer. Se terminaban las vacaciones y ambos tenían que marcharse al lugar en donde estudiaban, se desmoronaba ese mundo de encanto ya no estaba en las calles, solo cartas, era agotador el saber que se podía perder cuando ella encontrara otra persona en ese otro lugar.

A todos nos ha pasado y hemos sido testigos de que el amor si bien es cierto está lleno de gratificaciones también lo está en desesperación, preocupaciones que no deja dormir a gusto. Es una punzada que acompaña el no ver a la persona que se ama, que se marcha porque es lo correcto para ambos pero que patea el estómago, se maldice en silencio y se extrañan los instantes en aquel cine con sus películas en vacaciones.

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